jueves, 4 de noviembre de 2010

Crónica del cambio anunciado.

Lo dejaron tirado frente al portal de su banco, aspiraba polvo intentando recuperar todo el oxígeno que había perdido en el maletero de ese audi viejo despintado. Agua, sonido de agua, el abrazo de su madre, las sonrisas solitarias frente al espejo del baño, algún polvo olvidado, una sonata frente al mar y un suspiro errático con alguna mujer errónea, eso y más, eso y mucho más procesaba mientras respiraba el polvo de aquella calle que había caminado durante décadas. ¿Qué precio tenía el oxígeno que ingresaba en forma de vida a su cuerpo?, pedía un cambio aunque sentía la comodidad de sentir que el peligro ya había pasado, todas las formas del miedo se habían enterrado en alguna parte de la psique.
Tosió, escupió y relamió mientras comenzaba a sonreír tocando en sus pensamientos una canción de Radiohead, ¿cuánto dinero había pasado por sus manos?, no sentía el cuerpo, nada le alejaría de su nueva vida, la bohemia era su opción primaria, nada se asemejaba más a la felicidad que emular aquellos años dorados junto a la naturaleza alucinógena.

-¡Llamen a una ambulancia!, ¿señor, se encuentra bien?, ¡por Dios, hay un hombre desangrándose!, ¡hagan algo, llame a la policía, no sé, haga algo, deme el teléfono, ya!, ¡el teléfono hostias!_se extendió una mano generosa a la vez que sus ojos viraron para ver el rostro de aquélla fémina injuriosa.

La pique conformó una playa oscura con un mar negro tenído de algas rojas, un barco repleto hasta sus bordes, semi hundido se aproximaba a su costa apagada por la sopresa. El miedo llegaba a las costas de la humanidad reprimida, ningún primate sentía como aquél, tendido boca abajo sin mover un músculo.

-¿Puede oírme, señor?, están en camino, entán en camino, míreme, no cierre los ojos, señor, ¿puede oírme?, ¡necesito ayuda, por favor!, se muere, se muere, por Dios, no me dejen sola, no quiero ver morir a nadie, ¡por favor, que alguien nos ayude!_un alma apenada pero segura se acercó delante de la decena cobarde que se escudaba dentro de sus automóviles y ventanas acondicionadas con el calor del hogar contenido.

Del barco descendieron dos sombras arrastrando imágenes acumuladas en una celda, estas chocaban y flotaban, podía ver los movimientos, eran sus emociones reproducidas, aquellos colores y texturas eran sus anteriores minutos, miles de millones en instantes visibles. Sintió recorrer la fría arena acercándose a la sombra más alta y robusta. ¿Cuánto había valido el dinero en sus manos tras conocer el límite de sus deseos?, una risa infante se hizo eco en el aire ácido, algunos pájaros cayeron muertos mientras él miraba los instantes encerrados en la celda de algas rojas y péndulos.

-No cierre los ojos, no lo haga, Dios, ayúdanos, ¿cuánto falta?_ eran dos acompañantes, las sirenas comenzaban a hacerse hueco entre los edificios, la esperanza brotaba, ella solo quería alimentar a Sally su gata con ojos de dos colores y soñar despierta mirando la televisión residual. Se miraron, encontraron en dicho acto una revelación, quizás al sentir cómo las manos se anudaban para extirpar el miedo con el que se habían vestido sin previo aviso una mañana soleada de noviembre en la que nada debía comprometer la rutina en la que tanto luchaban para mantener.
-Tranquila, estamos juntos, ha hecho todo lo que debía, solo queda esperar._pudo haber sido la textura que transmitieron los nervios de sus manos o la energía de descarga que soltaron los cuerpos, quizás fue el olor o las pestañas, sintió a la muerte razgarle la espalda mientras luchaba con aquél desconocido sobre la acera. El horror la elevó y por un instante supo que no había vuelta atrás. Paneó la escena sin pensar para comprobar que no era el sofá de su casa ni la mano ó una garra felina gastada por los años. Vio en la sangre una respuesta y marchó corriendo, llorando mientras sudaba de miedo. Las sirenas la cruzaron en su trayecto mientras que la fugacidad de sus deseos se apagaban para darle paso a la tristeza de la cruda realidad, él, esa persona de razgos indígenas no era nadie especial, ni siquiera el cuerpo tendido repleto de marcas violentas, nada de lo que acontecía podía elevarla en importancia, solo quería recordar cómo se sentía cuando Sally y su ronroneo la despertaba. Tras las frenadas en la avenida junto a la ría se detuvo a recobrar el aliento, la vías del tranvía vibraban silenciosas evidenciando la llegada de esos vagones repletos de gente muda, medio muerta y inconciente. Revisó automáticamente sus sentimientos sin proponérselo y se sintió emparentada con aquél individuo a punto de levitar en las comarcas de la ensoñación o el delirio. Se arrodilló expresando así su terrible agonía y tras unos segundos de rezos cortos temerosos se avalanzó contra la barandilla para saltar libremente hasta chocar con la turbulencia de las aguas embravecidas que buscaban embullir todo lo que encontraba a su paso. Instante antes, instante después la celda de algas rojas estalló en una inmensa galería de colores desfilando para el bancario rendido ante temible belleza sensorial, ¿todas esa gamas de emociones eran el cúmulo de sentimientos que atesoraba hasta el final?, aquello fue grandioso, continuó arrastrándose por la arena fría y húmeda encontrando el frescor del agua rozar sus labios llenándolos de sal, alzó sus ojos desorbitándolos hasta hallar en el cielo esas estrellas que ya no veía regularmente por la contaminación, ante el ácido y el monumental barco dejó de respirar, ya no lo necesitaba, dentro de sus aguas hallábase en plena forma y estado eligiendo así la sabiduría del silencio y las vibraciones como nueva comunicación, el lenguaje desaparecía componiendo sinfonías agónicas en forma de tormentas eléctricas.

-A un lado, desfribilador... uno, dos, tres, uno, dos..._el hombre ante la muerte presente se dijo a sus adentros que aquello no tenía comparación con nada, que sus hijos valían mucho más que la justicia desbalanzada que lo alejaba conforme lo estafaba económicamente. Miró las palmas de sus manos buscando la huella de su historia, oyó un sílbido familiar inventado pero que sirvió para terminar el rompecabezas que conformaba su valentía tapada en piedras y años. Sonrió por esa mujer pálida, esmirriada y frágil, sonrió y se perdió entre esas almas alborotadas en una mañana tibia de noviembre.




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