sábado, 31 de enero de 2009

El copista.

Mi hermano me había recetado treinta y dos volúmenes sobre tratados médicos, físicos y químicos, también había sumado a esa cantidad unos veinte libros de distintos géneros, obviamente autores malditos, era su gusto por la anarquía moderna. Jean no vivía con nosotros desde hacía seis años cuando decidió recorrer solo Escocia en busca de datos para la medición de la masa terrestre, en esos años muchos científicos buscaban retos, eran épocas muy ricas en descubrimientos y mi hermano quiso ser parte de eso. 
Mientras yo vivía en la gran casona de mi madre que tenía ocho habitaciones con vistas al campo, dos cocinas, dos comedores, tres salas, cuatro estudios repartidos por las tres plantas y un sin número de baños, sin contar vestidores y un altillo oscuro y muy húmedo.
Tenía veintidós años, reconozco que era algo ingenuo para mi edad pero contenía una cierta habilidad para las matemáticas, el principia era uno de mis favoritos, el problema era que mis favoritos solo eran dos libros y no salía nunca de esa lectura, me dedicaba día y noche a releer las notas y apartados propios y de los libros.
El año había comenzado agitado en casa, mi madre estaba sumamente concentrada en sus investigaciones y yo solo leía mis dos libros, todas las tardes, domingos inclusive, se juntaban distintos facultativos de renombre, que realmente eran grandes desconocidos para mi, al principio no hacía caso a sus voces molestas y perturbadoras, pero luego comencé a interesarme por algunas de las frases que se repetían hasta el hartazgo por nuevas y misteriosas. Mes a mes avancé en mi escucha activa hasta llegar al borde la puerta y sentarme sin leer para oír y clasificar sus voces, hacerlas dibujos en el aire, con sus respectivos colores y olores. Una tarde de invierno quise sobrepasar mis limites, mis oídos ya no podían satisfacer mis necesidades, uno de ellos no tenía su plena capacidad, por lo tanto, me vi forzado a espiar desde un sitio mas cómodo para mi y mis oídos. Agazapado caminé por la pasarela que daba al salón principal y al segundario hasta llegar donde se juntaban todos los jueves, eran geólogos, casualmente 3 de los 13 geólogos que fundaron luego la sociedad geológica. Junto a mi madre James Hutton y mirando por el gran  ventanal Charles Lyell, en ese momento no supe que era realmente el hilo de la conversación ya que sus palabras parecían para mi un nuevo idioma, supe que algo grande se gestaba entre ellos, pero nunca supe que fue. Pasé todo el resto de la tarde hasta llegar a la noche mirándolos, riendo con ellos de comentarios que no comprendía y siendo cómplice de las miradas de Jean ha mi madre. Fue el único día que quise ser parte de ellos, quizás dejé allí mis últimas sonrisas, nunca volví a ser el mismo.
Por el punto color ámbar que no cuento ahora, perdí todas mis esperanzas, todos mis deseos por el conocimiento propio, me hundí en la miseria de los anhelos y frustraciones, conocí mi muerte en vida.
El altillo o ático no había formado parte del plano de mi enorme hogar, nunca me había visto obligado a visitarlo y menos por las historias que me había contado de niños mi hermano mayor, pero la inesperada visita de los tres a la pasarela en la que yo me hallaba recostado medio dormido, me obligó a subir la pequeña  y única escalera que me daría salida, la urgencia era que mi madre me tenía terminantemente prohibido escuchar sus diálogos y mucho menos espiarlos, y mi madre era muy severa, le temía, y la reacción fue instantánea, subí sin mirar siquiera.
El golpe en la frente fue una advertencia, podría haberme arrepentido, pero no fue así, volví a golpearme la frente por segunda vez, en la oscuridad busqué mientras caminaba una de las decenas de pequeñas ventanas que componían el tejado. Estuve estático, sin mover un músculo siquiera por unos minutos, solo por el temor de que ella me descubriese, y caminé luego muy suavemente hasta lograr abrir una ventana  que rápidamente dio luz parcial. 
Los pasos de mi madre y ellos y sus voces pasaron debajo mío, no respiré, solo esperé a que marchasen, pero no fue así.
-Hijo ven aquí, quiero presentarte a... hijo, ¿donde te has escondido? _ dijo mi madre dentro de la habitación con sus invitados en la puerta mirando extrañados.
Pensé en bajar, decirle que estaba bien, que no era nada, que había dados una vuelta por el ático para ver cosas viejas, pero, pensé mejor y recordé sus azotes diarios, preferí acostarme y dejar que el tiempo me diera claridad, tenía mucho hambre y nervios, me dormí escuchándola por toda la casa desesperada, buscándome.
Al despertarme pude oír voces, presumí que eran del salón principal y que había otra reunión, quizás la de los viernes, sobre física, no me importó lo más mínimo, ni quienes estaban, y menos el tema que iban tratar, estaba cansado físicamente, la espalda me dolía muchísimo, los tablones arqueados y húmedos me habían hecho daño. Recompuse mi cuerpo, me puse de pies, y comencé a descubrir el único ambiente de la casona que desconocía, y recordé súbitamente todo el miedo que me generaba esta allí, inducido por mi hermano en mi mente recordándome todo lo malo que sucedía allí, fui hacia la ventana, vi la nieve cuajada en el cristal, el tejado y en el campo, el horizonte era blanco. Caminé en linea recta hacia la otra ventana cerrada que apenas se veía y la abrí, repetí lo mismo con todas las siguientes hasta llenas de luz todo el ático completo. No había nada que pudiese darme un susto de muerte, era todo lo contrario, había un sin fin de muebles viejos y húmedos, varias camas deshechas y algunos libros abiertos y arrugados por la transpiración de la casa, la humedad era algo inevitable, era el espacio vacío entre el tejado y la intemperie, era el regulador de temperatura. 
Algo me llamó poderosamente la atención, se ubicaba en el centro de todos esos deshechos de madera hinchada por el agua y ventanas luminosas, su color marrón muy claro hizo que fije mi mirada en el, me cautivó, estuve unos minutos, creo, estudiando desde mi posición, que tipo de baúl era, intentando descifrar de que año y procedencia venia tanta decoración en oro. Lo primero que vio a mi mente fue la pregunta de porque mi madre había dejado tal elemento de valor en medio de un húmedo y asqueroso ático, no encontré respuesta sensata, esperé unos minutos más y caminé hacia el, sinceramente no creía nada malo de aquella caja bien decorada, ni menos esperaba un tesoro o un escarabajo de oro, solo tenía curiosidad y ese era el motor que me movía hacia la pieza.
Tardé mas de lo normal en recorrer esos tres metros de distancia, me vi a mi mismo como un gato mirando de reojo y sentí por un instante la sensación de duda, me planteé incluso desistir de mis inmensos deseos de ver su contenido, pero continué, sin saber muy bien por qué.
Tenía una cerradura y junto a ella unas llaves, cogí una de ellas y la inserté en el agujero, pensé por última vez, y en ese pensamiento dudé, una fuerza incontrolable me dijo que abra, no puedo asegurar que hallan sido deseos del baúl, ni tampoco puedo afirmar que fueron mis deseos de descubrir, porque habitualmente no era curioso.
La llave hizo un sonido al encajar, sentí en mi corazón otro chasquido, supe que no había vuelta atrás, intenté abrirlo pero me fue imposible, era extremadamente pesado, solo podía dar pequeños saltos de fuerza para que la tapa se eleve solo unos milímetros, agudicé mis intenciones y supe aprovechar todas las maderas que había desparramadas, puse primero una, otra, hasta llegar a un ángulo de abertura que me permitiera dar el ultimo y gran salto de fuerza para terminar, al fin, de abrir el baúl. En el proceso no supe mirar adentro antes de abrir completamente la tapa, cualquier persona hubiese abierto la tapa hasta un punto en que le permita meter la mano y coger su contenido, pero yo no me fiaba de lo que podía contener, y esperé a tener el ángulo y utilizar esa última fuerza para abrir al fin, el baúl de oro. 
La luz de la mañana era, según pasaban los minutos, más y más fuerte, la nieve ya no cubría todo el paisaje y se oía mas actividad fuera, supuse que había dormido toda la noche allí, pensé en mi madre y en sus preocupaciones, luego me respondí las preguntas de siempre, estaba harto de ser un hombre maltratado como a un niño, volví a mí, allí me encontraba, yo y el baúl, la tapa rebotando levemente del golpe. Es importante que vean mi rostro, mis ojos abiertos, mi boca inerte como un trozo de carne muerta, mis manos abiertas y hacia atrás. Es realmente importante que comprendan que ese último gesto, esa última mirada ingenua, la perdería para siempre. 
Me abalancé como un niño, olí en mi rostro el encierro de muchísimos años, me arrodillé y puse mis manos sobre el canto, junto a la cerradura, y miré los cuadernos que estaban apilados dentro, algo en el color me cautivó, no puedo siquiera precisarlo ahora, una paz interna me envolvió falsamente, supongo ahora que para engañarme, mis pensamientos se fueron, al menos mis pensamientos propios,  acto seguido cogí uno de los cuadernos marrones oscuro, fue un acto al azar y sin cavilación alguna, miré su tapa, en la que decía "Historia universal de ...", su fecha Julio 1781.
A partir de ese momento no supe ser yo, me vi enfrentado a ciento dos cuadernos que representaban toda la obra de un escritor que había decidido no enseñar al mundo su visión del universo, el planeta, las civilizaciones, y miles de otros advenimientos que no soy siquiera capaz de describir... desde ese momento fui él, soy el escritor y físico que el mundo necesitaba, no seré capaz de ser otro nunca, el soy yo, sus palabras mi universo preciso y caótico, en una horas recibiré un premio que no merezco y estas son palabras que se adjuntarán al último de los 101 libros restantes, copiados con mi nombre, tipiados por mí, hasta las últimas letras.
Esta es mi verdad, la de un copista enamorado de las ideas de otro.
Londres 1878.

miércoles, 28 de enero de 2009

La medalla Fields.

Es verdad que vivir fuera de Pouillon es algo más productivo, pero solo por las vistas del bosque y el lago, el resto es asqueroso. Tuve la oportunidad de alojarme en Marolleput, con gastos pagos durante dos años, pero terminé renunciando al deseo de la inercia depresiva para terminar en Brujas, algo mas al centro.
Sigo siendo escritor, padezco el mal del escritor que nunca crece, es decir, el escritor enano. Me reconozco como tal y se donde están las orillas de mi conocimiento, o de mi sustancia.
Repito que vivir fuera de Pouillon es algo más productivo, pero solo por momentos, y vale la repetición para comprender que el estar fuera del amor circular y condicional tiene como consecuencia una sensación de ingravidez mental nunca antes conocida por mí.
-¿Puedes quitarte de mi asiento?, puto invalido mental_ siempre me dirijo de la misma forma con los idiotas que ocupan mi sitio en el tren, pero lo digo en castellano para no alarmar a ningún sensible.
He olvidado mencionar que me faltan una pierna y un brazo, fruto de una conducción temeraria, o así lo determino el juez y de tanto repetirlo en mis pesadillas, lo cuento.
Para el resto de personas, las que me miran cuando estoy leyendo en la biblioteca o las que me intentan ayudar a cruzar la calle, no soy más que un saco de huesos molesto que absorbe del estado, el dinero de sus contribuyentes. ¿Por qué deberían saber que soy un genio matemático? Lo soy, pero no quiero desarrollar esas atribuciones en este relato, porque me aburre de pensar a mis lectores leyendo sobre la teoría de grupos cuánticos de Vladimir Gershonovich Drinfeld.
La ría insensible a las palabras de Heráclito no se inmoviliza para contrariarlo, fluye lentamente mientras los molinos de viento se mueven queriéndose desprenderse cansados, hartos de tantos pintores.
Soy una persona muy paciente, se considerar mis estados de profunda tristeza como un camino sin vuelta a la felicidad, pero no soy estúpido, aunque por momentos reconsidere el titulo de genio matemático por uno de invalido inservible, eso se lo dejo a la vejez.
Recuerdo al llegar a Bruselas ver una estatua disfrazada de planta, reposada sobre un puente antiquísimo, reí al verle y obviamente le dejé una moneda para que vuelva a hacerlo otro día. Supe que terminar mis días en Brujas era la decisión más acertada entre las miles que había prefabricado durante mis viajes por la roca de agua y magma.
Siempre recibo cartas, que por lo general son de estudiantes universitarios que quieren de mí las respuestas, suelo llamar a alguno que me llama la atención por algo y lo que siempre hago es denostar todo el trabajo del que me hablan, para demostrarles la fragilidad de las matemáticas frente a la vida, luego les aconsejo usar el cuerpo de manera útil y disfrutable. Tengo cuidado al decirlo, ahora, porque siempre que hablábamos entre colegas, los enfados eran una constante, nadie podía consentirme decir algo así, pero sigo sosteniendo que las matemáticas contienen estados cíclicos y disonantes que se albergan dentro de las ciencias exactas no tan exactas. Tendré ahora mismo muchísimas criticas lo sé y me río de mí, al desear ser creíble. Pero el valor universal no es ese pequeño y periódico número harto mencionado. Una gama de colores y sensaciones son la clave del entramado estructural y caótico de nuestros pensamientos, sociedades, países y continentes. Hay una forma evolucionada de conocer el futuro, la clave es el nuevo procesamiento de la información, alejada infinitamente de nuestros pensamientos ancestrales duplicados por la linea de tiempo vital y mal interpretadas como Azar. Elbio Aparisi Nielsen... más.



Gloster Hill.

Es curioso como los pensamientos retraen mis retinas y no me dejan ver lo que realmente está sucediendo.
Tiene su mano azul intenso de tanto escribir, su pluma gotea y deja sus restos sobre la tela que ahora va a cubrirla.
Tengo su sonrisa ahora mismo, siempre nos dijo que cuando suceda simplemente la dejemos en el bosque, recostada y con su música. Siempre reímos de lo mismo cuando íbamos a dormir y hablábamos en la oscuridad con mis hermanos.
El día ha llegado y no sé qué es lo que va a suceder.
Sus últimas palabras estaban teñidas de partes de nuestro escritor favorito, porque no podía evitar ser ellos mientras terminaba sus libros.
Me hablaron de este momento, se que fue hace unos años y fue entre sonrisas también, es que reíamos muchísimo, porque no éramos felices.
Éramos Cínicos.
La tinta recorre unos centímetros diluyéndose, perdiendo su consistencia hasta llegar al punto, no miro en ella la culpa de todo el mal, sino, comprendo que todos los puntos en que ella me habló fueron exactos y símiles, creo que ella lo tenía planeado hace mucho tiempo.
No siento rencor.
La campa increíblemente verde refleja toda la luz en la ventana, Gloster Hill sigue despejada como si ella, la ciudad, hubiese pedido a todos los granjeros que no ocupen el gran camino.
Suena la puerta, la oigo muy cerca.
Son ellos, los granjeros que quieren verle los ojos grises, porque esperaban este momento más que yo, solo vienen a comprobar si su vida se ha extinguido.
Uno de ellos habla.
-Solo faltan dos personas de Riverside Park. Nuestra intención es darle santa sepultura en el jardín de la capilla de Acklinton Street.
-Eso no corresponde a la verdad, yo se lo que quería y pienso llevarlo a cabo hoy mismo.
-Tu no la conoces como crees, déjanos llevarla y todo acabara bien, tienes sus tierras y todo su dinero, eres el único que ha sobrevivido a su mala vida.
-No es eso.
-Es exactamente eso lo que te motivará a dejarnos en paz.
Ellos son quienes incendiaron el cuarto de Hitan hace 30 años y ahora se la llevan. Gloster Hill es un pueblo de enfermos y de escritores. Odiaban lo que hacía y siguen odiándola tanto que quieren que su cuerpo se descomponga en el jardín, donde todo comenzó.
-No dejare que se la lleven.
-Ya lo has hecho.
La tinta ha dejado el punto fresco, todo el cuarto se encuentra repleto de líneas iluminadas desvela el movimiento de su cuerpo, no he sabido defenderla, no sé cuando han tomado acción.
No hay nadie más que yo y un cúmulo de papeles que me darán vida segura.
No tengo nada que hacer, soy un inútil acomodado, soy un organismo que no genera nada, soy un ser estacionario, soy solo una mirada al monte.

martes, 27 de enero de 2009

El increíble Lou Coutamb.

Sobre la ventana había un mundo de imágenes que solo se sostenían gracias a la realidad que invadía a Lou Coutamb. Había glorias literarias arrastradas y deshojadas por el suelo manchado y a cuadros, unas cuantas notas sonando incansables por el aire y sus lagos auditivos. Estaba de rodillas, escribiendo notas en columnas y en tres cuadernos simultáneos, estaba acabando su ópera mientras sus vecinos gritaban delante de la puerta.Vivía en un apartamento en Les Lilas, un suburbio francés con habitantes silenciosos, y Lou Coutamb no era precisamente lo que pretendía el bloque de pisos que cohabitaban lindantes. La construcción no hacía más que comenzar a vivir su niñez, eran viviendas nuevas que estaban destinadas por el gobierno Francés para personas con ingresos mínimos, era un lugar acogedor pero muy pequeño también, Lou vivía, solo, y con su ordenador conectado las veinticuatro horas. No había motivos para salir aquel día de octubre, no tenía siquiera las energías para poder andar sus calles favoritas, ni mucho menos para fotografiar el Sena en sus fastuosos atardeceres, no quería incluso moverse del sitio que durante horas había servido para terminar su ópera, solo de piano y bajos.No planeaba contornear su cuerpo dibujando aquél amor idílico.-¿Quién habla?_ preguntó cuasi interesado, pensando más en colgar que en dialogar.-Tienes un cuarto de hora para entregarme los papeles._ su voz le hizo temblar por un instante, su estómago volvía a colapsar, llevaba una semana completa con vómitos.-Me faltan terminar dos movimientos, no puedo lograrlo en un cuarto de hora, luego tengo que vestirme, no es posible, siento no terminarlo pero el tiempo no es tan denso como creía y mi mente tan líquida y ágil como esperaba._ Fue convincente al colgar sin mediar palabra alguna, su miedo y fragilidad lo había hecho fuerte solo por ese instante, sabía que tenía unas horas más para la siguiente llamada.Las notas retomaban sus algorítmicas proezas matemáticas, los tres cuadernos se movían próximos a la simultaneidad, escribía todo lo rápido que podía, al pasar dos minutos encontraría la solución más acertada para acortar los tiempos. Serían sus dos manos y su voz las que obrarían en simultaneidad para acabar sus tres obras, sus tres preciados escritos matemáticos o musicales, es que con su ordenador podía dictar cada composición sin perder mirada y acción en su dos manos ejecutoras. Contaba con su velocidad para hacer posteriormente la ejecución de las lagunas creativas y recrear en lo más mínimo sus movimientos. Solo debía incluir a todos los instrumentos en su ordenador, ubicarlos y darle vida a la obra.Lou Coutamb no había sido un músico prolífico y genio matemático desde su niñez, no había sido educado en la Sorbona y no había demostrado talento hasta cumplir los veintinueve años, sus increíbles hazañas nacían con la espontaneidad y ligereza de un idiota.La increíble historia de Lou Coutamb sobrepasaba los límites de la razón humana, incluso contando la evolución de los mil años siguientes. Lou Coutamb, lease bien su nombre, era un agujero negro en la historia moderna del hombre, una gravedad gigantesca que absorbía incluso a Leonardo.Lou Coutamb sabía que cambiaría la historia, el sistema y las normas mentales de la humanidad en un período de 33 años.

lunes, 26 de enero de 2009

El bucle.

Ráfagas de viento superiores a los 150km/h vuelan tejados, la ría de Londres se encuentra enrarecida, un color muy oscuro la ha convertido en un trazo sobre la cuidad, la gente se esconde en sus hogares, la tormenta no hace mas que comenzar, el sonido de alarma despeja las calles, el tráfico ha desaparecido.
La biblioteca de la universidad se encuentra frente a ella, un puente las une, el pasado y el futuro, la construcción de 7 siglos y la reciente. Dentro, en el departamento de ciencias situado en la cuarta planta investigan tres escritores, tres generaciones dialogando sobre las cuerdas y la materia oscura.

-Señor Keith Puede luchar para que no ocurra, pero es inevitable_ dice el elegante señor Cronwell.
-Debemos llamar, no hay tiempo_ grita Keith histérico mientras marca los números.

Un avión se desploma sobre la calle Delaware, el horrible estruendo llega a sus oídos.

-¿Como pueden atacar así?, no tienen piedad, no quiero morir señor Cronwell, haga algo, por favor._ Keith no encuentra consuelo, el viento aumenta su capacidad destructiva, el sonido es insoportable, no pueden respirar casi, están sofocados, sin fuerzas, llevan tres días sin comer.



... Fragmento de algo que no está escrito y que nunca se escribirá.