martes, 27 de enero de 2009

El increíble Lou Coutamb.

Sobre la ventana había un mundo de imágenes que solo se sostenían gracias a la realidad que invadía a Lou Coutamb. Había glorias literarias arrastradas y deshojadas por el suelo manchado y a cuadros, unas cuantas notas sonando incansables por el aire y sus lagos auditivos. Estaba de rodillas, escribiendo notas en columnas y en tres cuadernos simultáneos, estaba acabando su ópera mientras sus vecinos gritaban delante de la puerta.Vivía en un apartamento en Les Lilas, un suburbio francés con habitantes silenciosos, y Lou Coutamb no era precisamente lo que pretendía el bloque de pisos que cohabitaban lindantes. La construcción no hacía más que comenzar a vivir su niñez, eran viviendas nuevas que estaban destinadas por el gobierno Francés para personas con ingresos mínimos, era un lugar acogedor pero muy pequeño también, Lou vivía, solo, y con su ordenador conectado las veinticuatro horas. No había motivos para salir aquel día de octubre, no tenía siquiera las energías para poder andar sus calles favoritas, ni mucho menos para fotografiar el Sena en sus fastuosos atardeceres, no quería incluso moverse del sitio que durante horas había servido para terminar su ópera, solo de piano y bajos.No planeaba contornear su cuerpo dibujando aquél amor idílico.-¿Quién habla?_ preguntó cuasi interesado, pensando más en colgar que en dialogar.-Tienes un cuarto de hora para entregarme los papeles._ su voz le hizo temblar por un instante, su estómago volvía a colapsar, llevaba una semana completa con vómitos.-Me faltan terminar dos movimientos, no puedo lograrlo en un cuarto de hora, luego tengo que vestirme, no es posible, siento no terminarlo pero el tiempo no es tan denso como creía y mi mente tan líquida y ágil como esperaba._ Fue convincente al colgar sin mediar palabra alguna, su miedo y fragilidad lo había hecho fuerte solo por ese instante, sabía que tenía unas horas más para la siguiente llamada.Las notas retomaban sus algorítmicas proezas matemáticas, los tres cuadernos se movían próximos a la simultaneidad, escribía todo lo rápido que podía, al pasar dos minutos encontraría la solución más acertada para acortar los tiempos. Serían sus dos manos y su voz las que obrarían en simultaneidad para acabar sus tres obras, sus tres preciados escritos matemáticos o musicales, es que con su ordenador podía dictar cada composición sin perder mirada y acción en su dos manos ejecutoras. Contaba con su velocidad para hacer posteriormente la ejecución de las lagunas creativas y recrear en lo más mínimo sus movimientos. Solo debía incluir a todos los instrumentos en su ordenador, ubicarlos y darle vida a la obra.Lou Coutamb no había sido un músico prolífico y genio matemático desde su niñez, no había sido educado en la Sorbona y no había demostrado talento hasta cumplir los veintinueve años, sus increíbles hazañas nacían con la espontaneidad y ligereza de un idiota.La increíble historia de Lou Coutamb sobrepasaba los límites de la razón humana, incluso contando la evolución de los mil años siguientes. Lou Coutamb, lease bien su nombre, era un agujero negro en la historia moderna del hombre, una gravedad gigantesca que absorbía incluso a Leonardo.Lou Coutamb sabía que cambiaría la historia, el sistema y las normas mentales de la humanidad en un período de 33 años.