miércoles, 28 de enero de 2009

La medalla Fields.

Es verdad que vivir fuera de Pouillon es algo más productivo, pero solo por las vistas del bosque y el lago, el resto es asqueroso. Tuve la oportunidad de alojarme en Marolleput, con gastos pagos durante dos años, pero terminé renunciando al deseo de la inercia depresiva para terminar en Brujas, algo mas al centro.
Sigo siendo escritor, padezco el mal del escritor que nunca crece, es decir, el escritor enano. Me reconozco como tal y se donde están las orillas de mi conocimiento, o de mi sustancia.
Repito que vivir fuera de Pouillon es algo más productivo, pero solo por momentos, y vale la repetición para comprender que el estar fuera del amor circular y condicional tiene como consecuencia una sensación de ingravidez mental nunca antes conocida por mí.
-¿Puedes quitarte de mi asiento?, puto invalido mental_ siempre me dirijo de la misma forma con los idiotas que ocupan mi sitio en el tren, pero lo digo en castellano para no alarmar a ningún sensible.
He olvidado mencionar que me faltan una pierna y un brazo, fruto de una conducción temeraria, o así lo determino el juez y de tanto repetirlo en mis pesadillas, lo cuento.
Para el resto de personas, las que me miran cuando estoy leyendo en la biblioteca o las que me intentan ayudar a cruzar la calle, no soy más que un saco de huesos molesto que absorbe del estado, el dinero de sus contribuyentes. ¿Por qué deberían saber que soy un genio matemático? Lo soy, pero no quiero desarrollar esas atribuciones en este relato, porque me aburre de pensar a mis lectores leyendo sobre la teoría de grupos cuánticos de Vladimir Gershonovich Drinfeld.
La ría insensible a las palabras de Heráclito no se inmoviliza para contrariarlo, fluye lentamente mientras los molinos de viento se mueven queriéndose desprenderse cansados, hartos de tantos pintores.
Soy una persona muy paciente, se considerar mis estados de profunda tristeza como un camino sin vuelta a la felicidad, pero no soy estúpido, aunque por momentos reconsidere el titulo de genio matemático por uno de invalido inservible, eso se lo dejo a la vejez.
Recuerdo al llegar a Bruselas ver una estatua disfrazada de planta, reposada sobre un puente antiquísimo, reí al verle y obviamente le dejé una moneda para que vuelva a hacerlo otro día. Supe que terminar mis días en Brujas era la decisión más acertada entre las miles que había prefabricado durante mis viajes por la roca de agua y magma.
Siempre recibo cartas, que por lo general son de estudiantes universitarios que quieren de mí las respuestas, suelo llamar a alguno que me llama la atención por algo y lo que siempre hago es denostar todo el trabajo del que me hablan, para demostrarles la fragilidad de las matemáticas frente a la vida, luego les aconsejo usar el cuerpo de manera útil y disfrutable. Tengo cuidado al decirlo, ahora, porque siempre que hablábamos entre colegas, los enfados eran una constante, nadie podía consentirme decir algo así, pero sigo sosteniendo que las matemáticas contienen estados cíclicos y disonantes que se albergan dentro de las ciencias exactas no tan exactas. Tendré ahora mismo muchísimas criticas lo sé y me río de mí, al desear ser creíble. Pero el valor universal no es ese pequeño y periódico número harto mencionado. Una gama de colores y sensaciones son la clave del entramado estructural y caótico de nuestros pensamientos, sociedades, países y continentes. Hay una forma evolucionada de conocer el futuro, la clave es el nuevo procesamiento de la información, alejada infinitamente de nuestros pensamientos ancestrales duplicados por la linea de tiempo vital y mal interpretadas como Azar. Elbio Aparisi Nielsen... más.