miércoles, 10 de marzo de 2010

La lectura de William Van Dock.

-Estoy así, cansada, me encantaría tener tu paz, te veo y me proyecto, me elijo entre miles de hombres... pero no, soy esta, ¿no soñaste con ser mujer?, no me mires así, seguro lo pensaste entre sueños, o alguna tarde aburrido sin jugar a nada._Eposi mantuvo el silencio valorativo para contemplar así un gesto de evidencia, una respuesta sin palabras, ella era un alma blanca, observadora, Ateh, sin embargo cargaba una negatividad excesiva, el combate lo había dejado al borde del sueño, aunque ella se negaba a dejarlo descansar, necesitaba soltar su verborrea incansable para conciliar el sueño.-Dime que sí, estoy segura que sí, no mientas Ateh, conozco lo que intentas decir.
-Deja ya de molestarme, casi me asesinan, me he salvado gracias a una caída inesperada, mi asesino cayó contra una rama afilada y me convertí en el vencedor por accidente, nadie lo ha notado, pero sé que ha sido así. Por favor Eposi, déjame dormir, necesito olvidarme de su rostro antes de caer, su furia era aberrante, no sé que pensaba hacerme esa pobre víctima.
-Eres cobarde Ateh, daría todo por cambiar nuestros cuerpos en el combate, mordería sus músculos hasta desgarrarlos, mi condena es esta vida, pienso irme Ateh, contra todas las voluntades que se enfrenten a mi decisión.
-Estás fuera de ti, eso sí, nunca estás donde tienes que estar, Eposi, duerme amor mío, las estrellas piden clemencia ante tu impaciencia, algún día quizás te conviertas en una guerrera, el pueblo pide a gritos un mártir.

William llevaba cinco horas sin detenerse, leía a veces olvidando respirar, su poder creativo explotaba a cada palabra, no existía ninguna máquina capaz de emular sus escenarios, sus mundos brotaban incansables. Era tarde, quizás las tres de la madrugada, mala hora para una lectura apasionada.

-¡He dicho que duermas!, siempre me haces lo mismo, tengo que trabajar, tu padre no deja de roncar y tu haciendo ruido con los pies, ¡te he dicho que dejes de leer!, no sé en qué pensaba cuando me dejé engañar por tu padre._cerró la puerta enfurecida, afectada por el mal sueño y la rabia de convivir con aquellos asiduos maniáticos.
-Mamá... mamá, solo un minuto más.
-¡Cállate bola de carne!, cállate y duerme o no te reconocerás mañana de los golpes que pienso darte... ¡Dios!, ¿qué enseñan en ese colegio?, ¡Dios!, un día pienso dejarlos solos, estoy harta.
-Mamá.
-¡Tápate y duerme enano de circo!, ¿¡no me oyes!?, que duermas he dicho.