domingo, 31 de mayo de 2009

El reloj invertido.

-Los documentos fueron revisados por Clara hace unas horas, no creo que necesite retoques, nos llevó su tiempo recaudar toda la información, pero lo logramos, supongo que estará alegre con todas las nuevas noticias, llevamos con todo esto unos veintitrés meses._ no paraba de repiquetear el bolígrafo mientras lo miraba fijamente analizando cada una de sus palabras, midiendo uno a uno los pensamientos unidos a ellas, en una celda imaginaria abusó de su fuerza mental propinándole una paliza de gritos.
-Pues, estoy conforme, alegre es un estado algo más elevado, y no creo estar a la altura de sus apreciaciones... puedo considerarme... conforme, sí, esa es la palabra que se ajusta, usted supongo que sí estará alegre, ya que completar un trabajo tan laborioso y de un contenido tan suntuoso para su bolsillo no es pequeña empresa, ¿verdad?_ detuvo el movimiento del bolígrafo, su silencio no tuvo otra respuesta, no podía decir nada, tenía dos opciones, contraatacar o eludir, prefirió la segunda ya que no había firma que realmente concluyera su trabajo, pensó en una milésima que no era lo parco y obrero que creía, ni lo bajo e inútil que decía entre sus colegas, estaba asombrado y confuso, el silencio provocó una sonrisa en su cliente, evidenciando su clara disposición por no perder un céntimo.
-¿Qué hora es señor Liebitz?
-Las seis y cuarenta y dos minutos con tres segundos contando... cuatro segundos contando.
-Que lectura exacta del tiempo, no pierde usted ni un segundo, no hacía su visión tan aguda... sepa disculparme pero me asombra.
-Las sorpresas nos destrozan el camino de certidumbre que creamos señor Uriarte, nos hacen reconocer nuestras debilidades antes el miedo penetrante y vil que nos gobierna, el futuro suele ser un miedo paralizante o una motivación involuntaria que determina un nuevo camino fundado en los buenos actos... supongo que sus actos de bondad sembrarán un camino de futuras alegrías más reales que las del propio trabajo profesional, esto solo es un guiño, usted merece algo más._ dijo su cliente con una ironía repleta de unas intensas ganas de hacer añicos su despacho, incluso de quemar todos sus cuadros de honor de la universidad de derecho.
-¿Hegel? ¿Marx? o más bien..._ dijo el doctor en derecho mientras sudaba una nueva gota que recorría su pecho hasta dar con un pliegue de grasa acumulada.
-Liebitz... son mis reflexiones, no hay libros, ni universidad, no hubo sistema educativo en mi infancia, mis padres me enviaron a deshacer mi cuerpo en tareas de agricultura, las bases de este imperio... entre otras... la información vino a mi en forma de luz en medio del esfuerzo ante un calor de mil infiernos trabajando sobre mis pensamientos a plena luz del día. Lamento desilusionarlo pero no hay ideas de otros, son mías, heredadas de la contemplación de la naturaleza y no del artificio asqueroso que lo gobierna aquí mismo día a día._ su bolígrafo dio vueltas veloces en una sincronía perfecta, su estado de ansiedad lo envió a la práctica obligada de no responder y contener todos los insultos y vejaciones que rumiaba por dentro con tanto goce.
-Es un placer tratar con alguien tan inteligente._ devolvió con ironía en un estado involuntario de defensa que no pudo evitar, su genio estaba afectado, ¿cómo un granjero iba a hablarle así?, pensaba en los billetes en su caja fuerte, no había más que dinero en sus símbolos de evocación interna y delirante por momentos.
-No, el placer es mío._ devolvió Liebitz con otra.
-¿Qué hora es?_preguntó Uriarte nuevamente.
-Las seis y cincuenta y un minutos con nueve segundos contando... con diez contando._ se detuvo el movimiento del bolígrafo, los dos esperaban algo del otro, un gesto, una sonrisa que inclinara la balanza a otra tensión menos densa, aunque estaban dispuestos a mantener el estado hasta que el otro lo haga... al final ser cliente le dejaba más opciones a Liebitz que a Uriarte.
-Los documentos están preparados.-cedió su orgullo para terminar con el sudor y beber algo al marcharse el inútil presumido del granjero de pueblo que tenía por cliente, pensaba en la gloria de su posición social y en la de él que lo miraba intrigado y pensativo.-solo tiene que firmar en cada una de las hojas, son treinta y dos folios más tres de conformidad, que es el poder para obrar por su madre.
-Me gustaría detenerme en unas cláusulas que he leído y no termino de enterarme para que son realmente, son solo unos minutos, creo que no será problema señor Uriarte, o ¿sí?
-No, en absoluto, puede seguir todas las cláusulas que crea oportuno, mi mujer sabe que trabajo hasta que el trabajo me deje volver a casa.-dijo riendo sudando el cuelo, el cabello de su nuca comenzó a evidenciar su humedad juntándose despejando la pelada incipiente de Uriarte.
-Muy bien._ dijo Liebitz sin quitar la vista y acercándose para analizar un punto que había marcado en su copia.
-Igual no veo motivos para ser tan detallistas, su madre confía en mi desde hace años, lamento el incidente que la llevó sin remedio al estado en que se encuentra hoy en día, pero ella sabía que los poderes que tengo sobre las acciones y propiedades son en beneficio de la familia...
-Es suficiente para usted, para mi no lo es, defiendo intereses que desconoce señor Uriarte, por favor debe limitarse a esperar, creo que ya he encontrado algunas anomalías que no corresponden entre la copia y el original..._ su camisa estaba empapada en agua debajo de la chaqueta del traje a rayas finas.
-¿Qué hora es señor Liebitz?
-Son las siete y seis minutos con dos... sé que viene con punta su pregunta._ Liebitz apuntó con su anular a Uriarte entrecerrando el ojo izquierdo.
-Es verdad, porque es una curiosidad... nunca lo había visto._ dijo Uriarte tan astuto como pudo, necesita una señal de desvío.
-Lo hago desde que tengo conciencia, es mi manera de leer el mundo._ lo tenía casi apartado.
-No creía que fuera capaz de leer el mundo al revés._creyó lograr un distracción de nervios y confusión.
-Mi reloj invertido puede ser un detalle que no me apartará de sus intenciones, señor Uriarte desde este preciso instante comenzaré todos los procedimientos legales para desempañar los cristales de la justicia y devolver a mi familia cada céntimo que le debe desde la última década hasta este último minuto. Llegaré al fondo de sus transacciones, nos pagará con los intereses que prefirió obviar sin contar las inversiones falsas en los tres bancos con los que interactuaba su mujer, hermano y dos hijos... lo lamento señor Uriarte, ¿sorprendido nuevamente?, se lo he dicho, el camino de la certidumbre se derrumba de un coletazo de gigante de un momento a otro, por eso cuento los segundos con tanta precisión, me gusta saber cuando sucede y apuntarlo... el suyo fue a las siete y once minutos con quince segundos, según mi reloj invertido._ soltó una de las hojas del contrato con la hora apuntada y se dispuso a dejar el despacho con una sonrisa que le iluminó el alma.