miércoles, 8 de julio de 2009

La energía del sol negro.

-Su familia está con él, lo amamos..._ el féretro dorado fue movilizado por las manos de sus hermanos.
-Era un pirado, era un pirado, si estaba loco, ¿la familia llora?, ¡no les ha dejado nada!, pero ahora todos chupan de la fortuna. Su padre se quedó sin nada, antes se llevaban de puta pena y ahora míralos, lo rápido que cambian._ dijo el borracho que bebía anís con su pecho al aire en invierno o verano y con un perfume persistente fruto de su bebida crónica.
-Lo han asesinado, están investigando, valía más muerto, pobre tipo, era un... la niña, ¿qué hace la niña allí?, no va a superar jamás un trauma así, en medio de tanta gente, como son..._ exclamó junto a la televisión una anciana.
-Era un artista con todas las letras, no como esos que... los buenos se van jóvenes._ aventuró una mujer cruzada de brazos y sin gafas con noventa años de edad.
-¿Sabes?_ se acercó junto al joven camarero parado en medio de la sala.
-A mi también mi hicieron cosas raras de pequeñas._ el joven la miró extrañado y pensó en irse cuanto antes, le restaban veinte minutos para terminar el turno en la residencia de ancianos.
-Él sufrió mucho, trabajaba desde los cinco años señora, sus padres deberían... es normal que haya terminado así, mejor allí que aquí._ apoyó sus codos en la pequeña barra del bar.
-¿Por qué eligió ser blanco?_le preguntó mientras cogía el vaso con su bebida.
-Quizás haya sido una manera de desprenderse de su clan negro, su padre hizo barbaridades, es normal que prefiera ser blanco, se identificaba con otra gente, y ahora todos están allí, juntos._soltó el aire cansado.
-Mi madre me obligaba a llevar el trigo en la noche, y me gritaba que era una inútil, llegó a decirme que iba a suicidarse para que yo cargue con toda la culpa. Se había casado con mi padre por dinero, por las tierras que tenía y luego resultó que había un deuda a hacienda que se comió el setenta por ciento... fue pobre y murió odiándome._ el camarero miró el reloj, bostezó y se limitó a apagar la televisión, la anciana bebió en silencio el zumo de frutas y marchó lentamente, esperando algo, alguna palabra de tranquilidad, aliento, el joven se limitó a bajar las persianas y pulsar los números de la alarma.
-Al final tanta gente escuchaba a ese tipo, ¿qué pasará cuando muera yo?, que mierda somos._ dijo mientras barría el suelo de azucarillos recortados.