lunes, 16 de noviembre de 2009

Las caras.

-Al fin.
-No te esperaba, estaba..._sus ojos vibraron delatores.
-Pero me has dejado entrar.
-Ha pasado mucho tiempo, me duelen...
-¿Los ojos?, los tienes a punto de estallar, ¿te preparo un té?
-No sabes dónde está.
-Lo intentaré, son cosas que se ponen en sitios comunes, ¿por qué esconder al té lejos de la mente?, las tazas vacías nos reflejan. Aquí está, ¿quieres rojo o verde?
-Los puso ella en ese lugar, para alejar...
-¿Los malos espíritus?, tranquilo, estoy limpio, vengo de muy lejos y todavía no me lo creo, esta perilla funciona un poco mal.
-Gírala suave, parece tener sensibilidad, ella la cuida mucho.
-Estamos solos hermano, no hay ellas que nos digan cómo, relájate, hace tiempo que no huelo... es tan sugerente, como cuando huelo chocolate en polvo, inmediatamente estoy contigo, de la mano, mirando esas escenas de teatro en el supermercado cooperativo, esos títeres me enseñaron el valor del chocolate, pasamos fríos por tener una caja a la semana.
-Lo había olvidado.
-No lo dudo, es parte de la suplantación, la adultez te ofrece la estabilidad emocional falsa confundiéndote con el tacto inmediato, la moral y los títeres de colores que te rodean en el trabajo, universidad, metro o plaza. Te noto tenso todavía, ¿cuánto pasó?
-No lo recuerdo, quizás dos décadas.
-Es muy bonita tu casa, acogedora, la imaginaba de otros colores, ¡me has sorprendido!, nuestra diferencia de edad no es motivo de grietas, tenemos gustos similares, anclamos nuestras frustraciones en los colores y tú me has sorprendido.
-Fue ella.
-Lo suponía, mi ironía es precaria, lo siento, es que no vuelvo desde... perdí la cuenta._ sirvió el té en las dos tazas, en la segunda se quemó con tres gotas sobre su anular derecho, el del anillo perdido, de la piel de dos colores, del olvido y el presente.
-Tenemos que hablar, desde que...
-No digas nada, el dinero no es problema, esas propiedades no significan nada, ladrillos sobre una superficie en movimiento, sobre un centro de magma hirviendo, esperando comerlo todo, siendo parte de una roca giratoria desbocada a miles de kilómetros por segundo sin ningún tipo de navegación trazada.
-Es un alivio, no sabía qué...
-¿Decir?, puedes empezar por contarme cómo murieron nuestros padres, nuestra hermana, nuestro abuela, nuestros tíos, cuéntame cómo dejaron de respirar y cuáles fueron los motivos.
-No tengo tiempo, ella...
-Ella puede esperar.
-Es su casa.
-Es cierto, su casa, pero no su tiempo, mueve las manecillas de tu reloj cinco horas atrás, haré lo mismo, mira, el reloj de la cocina ya está en sintonía.
-Pero.
-¡Hazlo!
-Vendrá, gritará, nunca la dejé fuera de nuestra casa, viene a las seis en punto, no falla.
-Pues hoy sí, mi reloj da las once de la mañana, tenemos unas horas, y si nos pasamos podrá entenderlo, nuestro tiempo no era el de ella.
-Tengo miedo, no sabes cómo se pone.
-¡Me da exactamente igual!, bebe el té que te he preparado, disfruta tener a tu sangre frente a ti, mírame, la genética nos ha permitido envejecer por el mismo camino.
-Murieron, no sé nada más, se fueron uno a uno, durante dos semanas, toda nuestra familia, quedamos tú y yo.
-¿Y nuestros primos de Berlín?
-Murieron un martes, lo tengo agendado, uno por uno, no hay información adicional que pueda darte.
-La herencia es tuya, no he venido a culparte, lo siento, no llores, quiero conocerte, ver tus arrugas y comprender las mías, yo a diferencia de ti, no tengo nada, lo que llevo puesto, mi piel es un traje muy pesado para vestirlo con insuficiencias de colores y variables.
-No cambiaste nada.
-¡Te ha cambiado la voz!
-No puede ser, sigo siendo yo, el mismo que era hace unas horas.
-Me sentí solo, muy solo, los países que conocí fueron capas, telones de escenarios increíbles o terribles. El teatro de la vida no dejó de atormentarme hasta que conocí la muerte de toda nuestra sangre.
-Quedamos tú y yo.
-¡No lo repitas!... bebe el té, se enfría.
-Está caliente para mi.
-Siempre el mismo, tú tampoco cambiaste nada, mírate, te has llenado de oro la existencia, es curioso ver a los monos acumulando plátanos en una cueva desconociendo el invierno de putrefactos alimentos sin vitaminas, la crudeza del futuro no se asemeja a los miles de años anteriores. Nos arropamos de nuestra percepción térrea y olvidamos el caos de allí fuera, el caos estelar que nos hizo.
-Está por venir, debes marcharte, no quiere visitas inesperadas, odia las sorpresas.
-Soy yo mi hermano, ¿porqué no festejar con la última existencia que te justifica en este insano globo?
-La vida nos modifica, tienes que comprenderlo, murieron naturalmente, fue una casualidad, un punto de reunión de acontecimientos que demostraron algo importante... no hay linajes irrompibles.
-Suenas a mi, hermano.
-¡No me llames así!
-Eso, ¡eso!, suelta, ¡que arañe la bestia dormida que tienes!, ¿la golpeas?, seguro lo haces.
-Me mataría de solo intentarlo.
-¡Pues te digo que no hay casualidades justificadas!, ni pruebas para el resto de la humanidad, familias enteras mueren, pero no así, las piezas se ajustan a la perfección.
-Olvida las conspiraciones mundiales, nuestra riqueza no se compara, es inmaterial.
-¡Has dado en el clavo!, dime qué se siente sentarse en el sofá a las cuatro de la tarde sin nada que hacer, solo, aislado de tu propia razón, mirando las fotos de tu vida añorando esas que quemó tu magnífica mujer.
-Estás enfermo, voy a llamar a la policía.
-Tú vas a callar, hijo de... te quedas quieto, mi reloj marca la una menos catorce minutos, te va a encontrar muerto, el efecto comienza... jajaja, quiero verle la cara a esa hija de puta, ella es... disfrutaré tu muerte, pero la de ella será un acto inigualable, un disparo de mil metros a un alfiler, eso es, balbucea, intenta gritar, sabes lo que es, recuerda sus rostros, huele el olor al chocolate... menos tres minutos... ¿me oyes?, llegará ella, tu mujer, beberá un té rojo, o uno verde, están todos infectados, tarde o temprano beberá un té a las seis de la tarde, intentando seguramente recordarte entre su decoración barata. Tu error fue, quizás "su" error, fue creerme muerto en algún bosque helado. Saluda a nuestra abuela, el resto era solo relleno._ el sonido del reloj marcó el primer golpe de la puerta, su eco navegó la casa en busca de alguna ayuda, el único contacto con el cuerpo inerte sobre la madera caliente fue la brisa fría de una tarde de bruma de mar.