viernes, 20 de noviembre de 2009

Tras la máscara de la realidad.

-Dile a mamá que no hay leche, ¿podrá traerla para mañana?, siempre que le pido algo tarda un día entero, ¿papá, me estás escuchando?_ la televisión sonorizaba hasta la cocina, llegaba apenas a los oídos desinteresados de su padre, no hacía más que dibujar como un poseso.
-Vete a la cocina, luego hablamos Carol, hazme el favor de no interrumpirme, ¿qué te he dicho?, no es la primera vez que lo haces, tu egoísmo no lo entiendo, ni yo ni tu madre somos así, vete de una vez._ ella solo quería leche para el desayuno, aunque la atención era el reclamo interno real. Juntó sus libros para el colegio y marchó en silencio, su padre pintó sin comprender la naturaleza del tiempo que había prometido para dialogar con su única hija.
-¿Carol?, ¿dónde estás, hija?_ manchó con sus manos rojas y amarillas los pestillos de las puertas del dormitorio y baño. Se sentó aburrido contra la barandilla de la escalera, las fotos en la pared del pasillo hizo de cortina entre sus recuerdos y fantasías. -"La vida es una farsa que todos debemos representar"_recordó balbuceando a Rimbaud, unos sonidos lejanos lo reincorporaron, la pintura se secaba y faltaba la firma y unos destellos finales.-¿Quién es?_ preguntó al descender por la escalera principal tras ver una sombra en el portal.-¿Quién es?, responda por favor. Tendré que llamar a la policía, es una zona residencial, estarán aquí en unos minutos sino se identifica.
-No lo haga, soy un enviado, no tengo nada de dinero, me han soltado en la entrada con un documento falso, me hicieron algo señor, tengo que entregarle un paquete, es muy importante señor Daudet, no tema, soy un buen hombre._la pintura en sus manos se agrietó y pudo comprender cómo el tiempo lo hacía levemente en el universo material que proponían los científicos que detestaba.
-Llamaré a la policía, identifíquese, si es una broma pesada o un seguidor retírese cuanto antes o pesará el yugo de la ley, estoy harto de visitas inesperadas, ¿cuándo pretenden recibir nuevas obras con tanto esfuerzo banal?_el sonido de una rueda sobre el asfalto crujiente de hojas secas lo devolvió a la tarde de palomitas con Grace, sonrió restándole importancia a la situación presente, olió algo parecido a una palomita al llevar sus manos a la boca, el timbre hizo de campana y cayeron las horas en las aulas del colegio, Grace vestía de blanco sin bragas debajo, eran niños.
-Lamento el infortunio, señor Daudet, mi deber es entregarle la caja, abra, por favor. ¿Señor, Daudet?, no cometa el error de llamar a los oficiales de la ley.
-¿Qué?, ¿qué?, ¿quién eres?_ apretó su oreja contra la puerta y pintó con unas gotas húmedas de color amarillo unos trazos sobre la puerta blindada.-Oh, sí, el paquete, no quiero ningún paquete, suelen traer problemas, también estoy harto de los regalos que llegan por mi enfermedad, como si no hubiera enfermos en este mundo, ¡son ellos, todos, absolutamente todos!, con qué gracia los tiro a la basura, ya he dejado de hacerlo, ahora cambiamos la... ¿cómo ha llegado aquí?, si ya no soy titular de nada, y mi dirección fiscal es... ¿quién le envía?, identifíquese.
-Mi nombre no tiene menor relevancia, soy un servidor, cabeza de familia, con mucha necesidad económica, puedo asegurarle que no hay contenidos dañinos para su salud.
-¡Faltaba más!, mi fecha de caducidad no es precisa, aunque ya hay apuestas en la red de redes. ¿Cree que voy a abrir?
-Debe hacerlo, es...
-¿Es qué?, le he dicho que me diga quién es usted.
-Soy... Jarno Pikar, no hago nada especial, soy simplemente un padre desesperado, es lo único que puedo decirle, ellos escuchan señor Daudet, tengo unos cinco minutos antes de que...
-¿De qué, Pikar?
-De sufrir una muerte.
-¿Lo dice por usted?, ¿está bajo amenaza?
-Es largo señor Daudet, no tengo respuestas, mis preguntas lo volverían loco.
-No abriré entonces, y pienso hacer la llamada, mi pintura se seca.
-Se equivoca señor, su pintura está húmeda, puedo olerla.
-Es eso imposible Pikar, mi casa tiene ventilación y no está precisamente en la entrada.
-Quedan dos minutos, señor Daudet.
-Puedes quedarte todo el día, me voy a terminar mi obra, cuando vuelva espero que no estés allí, cómo te oiga los llamo, ¿entendido?
-Va a cometer un asesinato, su desinterés desencadenará una catástrofe mundial... no puedo hablar, creo que vienen, ¡abra!, por favor, ¡señor Daudet, abra, puedo explicarle mejor todo!, si me deja moriré y las consecuencias serán devastadoras.
-¡No soy idiota!_ el timbre clonó su nota hasta llegar a su consciencia, las fotos seguían allí, en la pared del pasillo, eran ellas dos sonriendo. Miró sus manos húmedas y las manchas sobre su pantalón y el suelo de madera encerado, exclamó dando un leve salto, golpeándose contra la barandilla. Volvió su mirada hacia abajo, la sombra del portal se sacudía de un lado a otro, insistente el sonido se hacía un eco desgarrador. Su corazón palpitaba a toda marcha, sus ojos se entrecerraban y la columna parecía estremecerse al recordar levemente su estado anterior. El sopor junto a la presión inmediata lo dejaron presa de sus peores miedos, recordó el sonido de sus palabras al enunciar la enfermedad, él no estaba enfermo y los olores se hicieron carne hasta dormir su piel ante el miedo profundo a morir. Pensaba en hablar, pero no quería repetir nada de lo que había acontecido, esperaba una voz particular, una petición desesperada y un destino trágico, imaginaba en su portal el mal reunido tras su confesión. Apoyó como pudo su oído derecho y manchó la puerta, tembló agitando todo su organismo al reconocer la emulación del sueño. Formuló una y otra vez diversas preguntas para no cometer otro error.-¿Quién es?, ¿quién es?, responda por favor. Tendré que llamar a la policía, es una zona residencial, estarán aquí en unos minutos sino se identifica._ vomitó saliva tras clonar sus pensamientos anteriores, se retorció en el suelo durante unos segundos interminables.
-Soy yo... papá.
-¡Hija!, mi amor, espera que abro... espera un minuto que he ensuciado todo, qué iluso, extrañaba tanto tu voz mi amor, perdóname por mi contestación... ya está, bueno al menos no me regañarán tanto, a ver..._ giró las llaves, eran tres combinaciones de seguridad, la puerta pesaba algo más de lo que recordaba, llevaba meses sin utilizarla, su reclusión era total.
-He visto esto al salir y no he podido marcharme, pensaba que si no te avisaba ibas a enojarte más conmigo...
-¿De dónde lo has sacado?, tiene que ser una broma.
-Toma, debo irme rápido a clase, ¡papá!, ¿qué sucede?, estás pálido.
-No, nada cariño, es que... ese paquete, lo... lo he visto alguna vez.
-Es solo un paquete con tu nombre, lo dejo aquí, llegaré tarde, hoy es un día de entregas, adiós papá, sal un rato, te vendrá bien.
-Pero...
-¡Adiós!
-No puede ser posible, mi hija lo ha entregado, esto garantiza la entrega, han utilizado a mi propia sangre para... no, no puede ser, pero sí yo._se arrodilló derrotado por el miedo, tapó su boca entre rojo y amarillo, la pintura seguía húmeda como en la primer pincelada, sintió el frío en su piel.
-Dile a mamá que no hay leche, ¿podrá traerla para mañana?, siempre que le pido algo tarda un día entero, ¿papá, me estás escuchando?
-No..._ susurró entre dientes mientras la voz de su hija se mezclaban con las palabras cuasi extintas del televisor.
-¿Papá?, ¿papá?_ estaba arrodillado frente a la pintura, a un metro de ella, observando un cuadro desgarrador, repleto de dolor y muerte.
-Vete a la cocina, luego hablamos Carol, hazme el favor de no interrumpirme, ¿qué te he dicho?, no es la primera vez que lo haces, tu egoísmo no lo entiendo, ni yo ni tu madre somos así, vete de una vez._ hablaba pensando en no decirlo, en callarse y decirle lo cuanto que la amaba, junto a sus intenciones pudo oír dos palabras claras que llegaban de aquél aparato electrónico, su hija marchaba en silencio y él no podía controlar su cuerpo, simplemente emulaba lo anterior.
-No puede ser._dijo pintando los restos de lo que sería un abismo infinito en un cuadro limitado. Terminó pensando en no pintar, preguntándose en cómo se graficaba lo infinito en unos trazos efímeros, también en buscar a su hija inmediatamente y en la nube infernal de preguntas supo comprender la naturaleza del tiempo, que fue su única esperanza. Debía hacer algo por controlar sus movimientos, eran espasmódicos e involuntarios. Pese a todo esfuerzo solo pudo subir las escaleras, manchar los pestillos con sus dos colores y sentarse frente a aquellos trazos de una realidad instantánea pasada. Oyó la sombra, y descendió nuevamente aterrado, la nueva repetición sufría alteraciones leves, los colores perdían sus tonalidades. -¿Quién es?, ¿quién es?, responda por favor.
-Señor Daudet... "La vida es una farsa que todos debemos representar"._ su cuerpo golpeó contra el suelo, una campana estalló en sus lagunas auditivas, la humedad y el hedor de la pintura quemada revolvió sus entrañas, vomitó, se retorció, pensó en el sol, en el abismo, en los retratos del pasillo... su pintura.

Las llamas al mismo tiempo que su creación tomaron su cuerpo quemando la piel mientras se esforzaba mentalmente en no abrirle la puerta al desesperado Pikar.