domingo, 7 de marzo de 2010

El abrazo milenario de un árbol que decía adiós.

Juntamos hojas desde la mañana, en silencio, buscando los sonidos del viento al mecer el bosque, éramos dos organismos derivados, dos engendros despreciados por un pueblo injusto y enfermo. Habíamos perdidos horas sin decirnos nada, los silencios nos alimentaban las miradas, las volvían temerosas y amenazantes por momentos, no hubo en aquella tarde de grises azulados expresiones directas, no queríamos traspasar las virtualidad concreta que nos separaba invisiblemente. Ya era mucho aguantar la soledad en compañía, sobreviviendo a tempestades y ciclones con mañana de nieve, era el peor de los pronósticos que habíamos sopesado antes de anunciarnos en la plaza tras años de cautiverio ecléctico. Todavía sonrío evidenciando los restos de azotes pintados en recuerdos dañados, escribo estas líneas para poder recordarla a la perfección, aún sin describirla evoco todas sus expresiones sin error alguno, como si cada letra que ahora mismo se desprende de mi boca fuese una coordenada dentro de mi mapa neuronal.
Siento el frío que me inmovilizaba al cobijarla, mi espalda sufre hoy los embates de los vientos huracanados, las marcas son el daño colateral, la insignia de la memoria sensorial de mi cuerpo, aún así, con todo el sufrimiento, no cambiaría un parpadeo de su olor. Respiraba con su nariz pegada a la mía, gemía de miedo todas las noches mientras yo pensaba en la pasión que podía ofrecerle para dejar atrás el sufrimiento de nuestra naturaleza.
Tengo las voces del pueblo aunadas en un coro horrendo. ¿Quién determina la belleza de una civilización?

-¡Cortadle las cabezas!, van a contaminarnos, nuestros hijos nacerán enfermos, ¡fuera, bestias!, ¡el amor de Dios no contempla el fallo!, ¡Dios es perfección!, mátadlos, matádlos y aliviad al pueblo._Creían que forzaríamos el cambio de una forma abrupta, comenzando en modificar a la civilización, sus temores fueron luego los de ella al gemir soñando con la muerte sin reconocer siquiera el filo de la vida, la matriz real del sentimiento al respirar. Su consciencia se acabó en aquella plaza y jamás volvió a gestualizar una expresión o diálogo interno, al menos no frente a mi.

El comienzo de un fin puede determinarse de tantas maneras que no cabrían folios en el mundo para detallarlos, estábamos hechos para el comienzo de la misión pacificadora. ¿Quién determina la extinción de millones de razas orgánicas?, es Dios que tanto magnificaban en sus plegarías no hacía más que evadir su puesto de relevancia. Allí, en aquél tronco recostado que visualizo nos mirábamos por horas, incluso días por temporadas, recuerdo gritar fuera de mi al encontrarme sin ella cuando me dejaba por unos minutos para acomodar las hojas secas. Lloraba reencontrándome con mi verdadera misión, mi futuro escrito que solo podía demorar para estar con ella, mi compañera de destino. Hubo un humano, uno solo de los miles que se reunieron, minutos antes de salir a la plaza se atrevió a ingresar al calabozo, sus ojos, esos brillos de plenitud, el vigor de la verdad, el yugo de la tentación por contradecir al mundo y cumplir consigo mismo, veo su cabellos ondear al sentarse junto a mí, la bestia que tenía el número marcado a fuego en la frente.

-No temas, deseo pedirte algo, no temas, me quedaré junto a las barras de acero para que puedas comprender, señor, que mi acto de valentía corresponde a una fe que desconozco, a una motivación lejana a mis creencias y conocimientos. Tengo solo unos minutos... oh, señor de las tierras lejanas, del imperio desconocido, acabo de conocer mi final, sus manos son el portal a aquélla imagen que no deja de presentarse en todas las noches de sueños con ojos abiertos. Sé, señor mío, lo sé, no hay nada ni nadie que pueda compararse a su belleza, lo reconozco, sé quién es y quiero que su cuerpo acabe con mi estado primitivo de vida, mi físico rasgado por las bestias mundanas de estas tierras enfermas pide deshacerse entre los insectos y animales que corresponden a un status mil millonario de deformaciones. Toque mi frente, bésela si quiere, abra mi corazón con mi espada y extirpe toda mi alma para guardarla, ¿puede hacer eso por mi, señor mío?_ Los cánticos alentados por esos seres de armaduras oxidadas eran los suspiros del miedo, sabían que podía con todas sus mediocres técnicas de defensa pero aún así, suspiraban enérgicos engañados por sus falsas personalidades enmarañadas en la colectividad.

Durante miles de días estuve abrazado a un árbol singular, fue poco después de acabar con su vida, gracias a su sangre pude morir frente a ese millar de incrédulos, dejé que escupan su energía voltaica e ineficiente durante unos cientos de segundos hasta fallecer al completo. Recuerdo oírlos discutir sobre si quemarme o dejarme pudrirme en el bosque, otros pocos habían propuesto soltarme en el mar para alimentar a otras bestias de las profundidades, la decisión final fue dejarme sobre una plataforma de madera durante la noche en que logré perderme en el bosque.

Estoy decidido a comenzar lo que tuve por designio hace miles de años, debo explicaciones, aunque no hay nada que me impida dejarlos vivir, ¿por qué?, ¿¡por qué haría tamaña estupidez!? Pronto los gases se desplegarán por el aire y las aguas, en cuestión de minutos volveré a verla, esté donde esté, su misión sigue siendo acompañarme en la travesía. Espero que esta vez vuelva con palabras, con susurros humanos capaces de volver a germinar estas tierras con un nuevo germen más eficaz. El nuevo diseño lo llevo dentro, la energía se distribuirá sintetizando la vida con la continuidad de mis antepasados previsores. ¿Dónde estás?, el silencio de la victoria será nuestro al mirarnos con esos ojos que nos regalaron.