sábado, 7 de febrero de 2009

Ne me quitte pas.

No quise dañar sus dedos, es la verdad, confieso haber sido algo grotesco, pero nunca cometí el fallo de mentir, no mentiría sobre lo que amo hacer, es que sus dedos me fascinaron desde el primer día.

Esa noche fuimos abrazados, besándonos, mirándonos a los ojos, dentro de los ojos, bajamos en la estación Saint-Ambroise a tres de la nuestra Rue de Boulets. Caminamos juntos y de la mano, apretándolas fuerte, sonreímos y comentamos los últimos libros que habíamos leído. 
Nos desviamos del trayecto al Café Fusain, solo unos minutos, subimos por Boulevard Voltaire y giramos en Villa marcés, es que llevaba unos días queriendo ver unos discos y la tienda todavía seguía abierta, teníamos tiempo para cenar en el Fusain, incluso no perderíamos ni los aperitivos si me apresuraba en la compra.
-Tienes el de Jac Brel, "Ne me quitte pas", y dime cuanto es, gracias _ le dije al de las gafas grandes y oscuras que ocupaba la tienda para vender sus productos, o más claro, el vendedor, mal aseado y de mal humor. Noté sus dientes sucios, le faltaban dos caninos inferiores, tenía muy poco pelo, sudado, pegado a su cuero cabelludo, pensé en golpearle la cara y dejarlo tirado en el suelo, pero no valía la pena, nos trató muy mal, mofó y soltó el aire, esperó a que marchemos para cerrar la persiana de muy malas maneras, incluso escuchamos sus golpes desde la esquina al doblar, nos reímos mucho, le di la bolsa azul a Marie y ella la guardó en su bolso blanco. Retomamos Boulevard Voltaire y doblamos en Rue Lacharriére hasta Avenue Parmentier, recordamos mientras caminábamos aquél día que burlamos a un payaso que nos molestó en una presentación de una de mis novelas, reímos luego porque ella recordó cuando mientras me preguntaban algo de la novela bebí agua y tosí por un espasmo, de nervios o de estupidez, y mojé a tres personas de la primera fila, a tres ancianos aburridos. Nos reímos hasta que llegamos a la puerta del Fusain. 
Nos recibieron muy bien, bebimos algunos aperitivos, quizás bebimos algo de más, ella más que yo. Un colega nos entretuvo en una charla algo insustancial sobre un vino Sudamericano, me aburrí bastante, Marie era una apasionada y se interesó por la charla, yo pensé más en comer y beber que en oírle al gordo de marrón caqui contar todo lo que acaba de leer en su casa. Me entretuve yo con su dentadura postiza, algunas de las manchas de su piel me cautivó, luego su boca al moverse, vi sus dedos como garras animales, pensé en nuestra curiosa evolución, miré mis zapatos, recordé una frase de un escritor Vasco Francés, hablaba de un telón negro, y de sus zapatos, que los muertos no usan zapatos, rememoré unas intenciones sobre la muerte, pero no quise ahondar, me hizo ruido el estómago y Marie supo que esa señal no podía evitarla, concluyó con igual pasión su gran desviada charla sobre un viñedo del sur de Toulouse.
-Te amo Jean, gracias por traerme otra vez, amo cenar aquí, escribe algo en el mantel_ dijo sonriendo como siempre, abriendo mucho su boca y sus comisuras superiores enseñando demasiado sus dientes. 
-Marie, no se agradece esto, no es de educación_ le dije poniendo mi cara mas seductora.
-Eres mi ángel_ dijo Marie y sacó un paquete de su bolso blanco, donde también estaba mi disco de Jac Brel. - Para ti_dijo convencida.
-No hace falta Marie, sabes que no me gustan las sorpresas._ dije algo encolerizado por dentro y feliz por fuera.
-Es algo que llevas tiempo buscando.
Abrí la bolsa roja, rompí el envoltorio, y miré por unos segundos la caja negra, tenía el símbolo que no lograba encontrar en ninguna tienda de Bruselas en cada uno de mis viajes.
-¿Es lo que creo que es?, no puede ser, ¿Como los has conseguido?_ Le dije asustado por dentro y asustado por fuera.-Dime que no es lo que yo creo.
-Si Jean, es lo que buscas.
-Pero es imposible que sea un original, no es posible que hayas comprado el original, dime que no lo es, no tienes tanto dinero.
-Tu no sabes cuanto dinero tengo, no tienes que darle importancia a eso, disfruta de una vez por todas de algo Jean.
-Disfruto de ti Marie, pero esto no era el plan, te he dicho que no me gustan las sorpresas.
-He comprado el libro de Guinea, su versión original, la única que sobrevivió a la quema. Jean no comprendo tu actitud.
-Me ha sentado mal la comida, podemos marchar, por favor, me ha encantado, llevo buscándolo años, no sé como entender que ahora mismo lo tenga en mis manos, quiero marchar a casa y descansar, mañana hablaremos.
-Jean, no es medianoche, no puedes reaccionar así, es un regalo, el más importante de tu vida.
-¿Y tu que sabes?, puta ricachona de mierda, crees que me compras con tu dinero puta.
-¿Qué? de que hablas Jean, ¿por qué me hablas así?, nunca pensaría en hacerte un regalo para demostrar el poder de mi dinero. Es lo que llevas buscando hace años.
-Fue algo que te confié en el hotel de Marsella, pero solo fue un comentario, una curiosidad, para que puedas conocer algo de mi interior, intenté sincerarme, pero me equivoqué.
-Jean, no es mi deseo que te sientas así.
-Marie nos conocemos algo, llevamos cinco años, pero esto no te da derecho a que deshagas mi sueño, el único que tengo, que tenía.
-No hables así, lo tienes en tus manos, no pienses en como ha llegado a tus manos. Perdóname Jean, perdóname, quiero ir contigo a dormir.
-Crees que todo se arregla así de fácil,  seguramente a tus padres les ponías tu cara de pena y ellos te satisfacían, que estúpidos fueron._ se lo dije porque lo tenía dentro desde el día que la conocí en la playa de Marsella, sentí envidia de su pelo, de su ropa, incluso de sus tetas. Me convenció de quererla, por dentro creo que mi envidia creció día tras día, por fuera la amé desde el primer momento.
-No me hables así Jean, no eres así, me amas, yo te amo Jean, por favor entiende, me arrepiento de haber hecho esto, creí que te haría más feliz, que era tu paso a completarte y ser feliz conmigo, te amo Jean, quiero que nos casemos en la playa. Ahora vamos a mi casa, dormimos y mañana hablamos, si sigues pensando lo mismo, devuelvo el recibo, envío por correo el libro y el museo seguramente estará mas feliz de tenerlo en su poder que tú.
-Vamos._ le dije determinante, no quise hablar, le entregué el libro e Guinea, en realidad la caja negra con el libro de Guinea dentro, el libro que había perseguido durante toda mi vida. 

Llegamos a su casa después de caminar largo rato sin hablar, ella tomó mi mano, no me aparté, me dio exactamente igual, me sentí invadido, corrompido, violado, mutilado, sentí mi alma perderse, pensé en la vida, en el sentido que tenían las calles de París. Miré mis zapatos y pensé andar descalzo, quise cruzar el Boulevard a pie y sin mirar. 
Abrió la primer puerta, luego saludó a los dos guardias que custodiaban su pequeña mansión, cruzamos las tres pequeñas torres del jardín principal, rodeamos la fuente y nos detuvimos en la entrada principal. Me miró, sonrió, le sonreí, creí en ese momento, al mirar sus ojos esperando mi aprobación, pensé que quizás no era tan malo que tener el libro de Guinea en mi poder, primero sería millonario, segundo tendría mi sueño cumplido y podría continuar escribiendo, sin depender de los artículos del periódico. Me costó, pero le devolví la mirada y construí una sonrisa para complacerla, Marie había desarrollado una técnica increíblemente efectiva, me convenció por unos segundos y entré a su pequeño gran mundo.

Comimos unas tostadas y preparó un té, charlamos algún tiempo que no puedo determinar, miré sus dientes y recordé la envidia, por dentro comencé a percibir de mi agujero o de mi alma unas intensas ganas de besarla fuerte, de azotarla y gritarle, de follarla hasta sangrar.
Hablamos en ese lapso temporal de algunas trivialidades, subimos a la habitación y nos desnudamos para dormir, al principio creí que ya se me había acabado el dolor de la violación a  mi intimidad o a mi mundo interior, por un momento olvidé el libro de Guinea. Nos abrazamos para dormir, nos acomodamos luego hasta llegar a lo de siempre, culo con culo nos dormimos, soñé, creo, con un cíclope, también con el mar, al final seguramente soñé con la cena, y fue cuando desperté apartado de mi alma, enfadado conmigo, con mi reacción.
Pensé que debía comprender que su regalo había desatado un mar de dolor en mí, quise despertarla, la sacudí para que lo haga, pero no abrió sus ojos para vivir y escucharme. Recuerdo que me enojé mucho con su boca y la golpee hasta verla sangrar, golpee su estómago dormido y su boca escupió sangre, golpee mas fuerte sus manos hasta verlas moradas y salté sobre su cuerpo, sentí en mis pies desnudos como sus huesos se quebraron y luego se rompieron. En su baño encontré un cepillo de dientes, cogí uno rosa, supuse que era el de ella, me senté en su torso y clavé el plástico en sus preciosos ojos verdes, su sangre me llenó por dentro, ese hueco que había desatado se rellenaba de su sangre y sus pérdidas. Recuerdo ver su mirada en un recuerdo mientras golpeaba los más fuerte que podía y escarbaba para llegar a romper todo su rostro. En un momento de lucidez caminé muy despacio y sin hacer el menor ruido hasta llegar a la cocina, tomé prestados algunos cuchillos pequeños, y volví a la habitación. Me detuve en el umbral ante el cuadro que había creado, su cuerpo abierto, abierto a recibir amor y también a las posibilidades. Me dije lo orgulloso que estaba de hacer lo que hacía, recité un verso de un escritor maldito y di pasos firmes hasta su cuerpo inerte en la cama roja de nosotros, de nuestros cuerpos, estaba pintado con su vida.
Corté cada unos de sus dedos, rompí sus dientes con el mango del cuchillo mas pequeño y rasgué sus encías. Sentí la brisa de la ventana, respiré y absorbí su alma, o eso me hizo sentir ella. Creí escuchar su voz en mí, diciéndome que me amaba. 
Recuerdo tirar cada uno de sus dedos y dientes por la ventanilla del autobús, luego no puedo recordar nada más.
Le agradecí durante varios años su regalo, supe comprender con los años, que había logrado en un día lo que a mi me habría costado seguramente, varias vidas. 
Nunca volví a buscar el libro de Guinea, me dediqué a comprenderlo, a investigarlo, palabra por palabra, durante unas 3554 páginas. 
Recuerdo por último coger de su bolso mi disco de Jac Briel, me recuerdo feliz al recuperar mi vinilo, es a quién estoy escuchando mientras termino, no se si vagará este papel de mente en mente; lo dejaré en la pared lateral de mi habitación de hotel preferida.
Si has logrado leerla yo estaré seguramente muerto, y no sé que puede significar eso realmente, no puedo soportar pensarme sin mis pensamientos, sin sentir el calor de mis fluidos.