jueves, 5 de febrero de 2009

From Leicester square.

Tiene el cuello muy largo, como si quisiera tocar el cielo con la nariz. Podría ser de cualquier país europeo, tiene cierta elegancia al sentarse con las piernas cruzadas. Es seguramente una mujer muy limpia, algo retraída, quizás le falten dos muelas, eso nunca se ve. Me gustaría verla reír ahora mismo, pero la gente la miraría extrañada, y no quiero que eso suceda, es muy bonita para sentir vergüenza. No me ha mirado siquiera una vez, tengo mis ojos clavados en su escote cuidado, pero muy sugerente, tiene un lunar en la teta derecha que me gusta muchísimo. Podría decirle algo, pero tendría que pararme, hacer equilibrio y no pienso hacer el ridículo yo tampoco.

-¿Me puede dejar sentar?_ dice una señora entrada en la tercera fase de la edad, me sacude para que le conteste rápido. Me hago el dormido, ¡no para esta mujer!, tendré que pararme, estoy algo cansado para ser tan cortés. -¡Sí!, es que estaba dormido, perdone señora._ parece no creerme nadie, estoy haciendo el ridículo, ella me mira y sonríe. –Si claro, déjeme joven de una vez que me duelen las piernas._ me levanto, cargo mi mochila a la espalda, sostengo el libro que he dejado de leer hace unos minutos, por pensar con la mirada, más bien por pensar en follarme a esa tía. 

Ahora me mira como si quisiese algo conmigo, lo dudo, obviamente no puede ser cierto, mi ridículo ha sido absurdo pero ha captado cierta atención. Estornudo sin previo aviso de mi cuerpo, ahora estoy rojo y pidiendo perdón, el pobre está lleno de mis gérmenes. Alguien abre la ventanilla, y algunos más repiten la misma acción, es inevitable.

Es un día que no tiene más que clonaciones, el clima se repite y continua siendo una mierda, gris, frío y sin sonidos más que el de los coches. Londres hoy es muy aburrido, no suele ser así, quizás yo estoy aburrido y por eso paseo en un autobús turístico, para leer tranquilo. Ahora hay otra mujer, esta habla por el micrófono, es monótona, su tono de voz me duerme los oídos, ella me mira. Me acerco, alguien ha dejado el asiento de la ventanilla para ver algo por el otro lateral del autobús, seguro quiere ver la noria del futuro. Estamos sobre el puente que une dos monumentos, estamos cerca de un parque importante, ya estoy sentado aquí, junto a ella. Me palpita el corazón, igual es una sensación de ansiedad, lo cierto es que tengo calor, me sudan los pies y las manos, se me para el pene y me caliento mucho, ya la imagino desnuda y metiéndosela muy suave, puedo sentir la sensación de calor allí debajo. Me palpita de calor el rostro, y creo que ella también está muy excitada, lo siento, es esa condición animal que nos posee y nos apasiona de una manera casi incontrolable. Estoy calmado, nos mira un niño, creo que hice algún gesto, lo que es peor, estoy con la mano que sostiene el libro raspando constantemente sobre mi sensibilidad, parece que el libro tapa poco, o yo soy muy poco disimulado.

Suspiro, y hago un mundo con ella, no puedo evitarlo, hace tiempo que no sentía algo así, se cómo termina todo, pero tengo una calentura enorme, que me come por dentro. ¿Qué le digo?, siempre que me sucede esto, no hago nada, y soy muy lento, cortejo poco a poco, como si fuera una paloma, y el tiempo es mi peor arma, se me va de las manos, se deshace como el chocolate en verano. Ella toca su cuello de jirafa, solo le faltan las manchas de color, ¡es tan femenina! Creo que es un signo, para avanzar, o algo así. Ahora su mano recorre su falda y no puedo evitar girar mi cuello entero y mirarla directamente al oído, o a su perfil. No se mueve, yo tiemblo, miro hacia delante, estamos pasando por la fachada del National portrait gallery. Se avecina una parada, me roza con el codo, se juntan los dos brazos, reunimos calor, esta sensación me encanta, mis pálpitos son aun más rápidos. Yo le pido fuego, aunque no fumo, no, definitivamente no, no fumo y no quiero hacer el ridículo.

Bajo la mano izquierda que le roza el brazo para tocarle la mano.

Estoy junto a sus dedos y siento que puedo hacer todo, que soy capaz de lo que me propongo, ahora si pienso en un hijo, y el rostro unido de nosotros dos. Soy padre por un instante, me gusta.

Se para, se abre la puerta, -¡No!, ¡No te vayas!_ pienso, pero no puedo decirle nada, es lo de siempre, el tiempo, el chocolate derretido en mis manos.

El autobús continua, la mujer del micrófono también, me siento un idiota,  rápidamente apunto la intersección de las calles, por si vuelvo a verla. Es posible, creo, quiero bajar, pero ya no hay parada. Pienso entonces en caminar la ciudad, mejor no pienso en nada, leer, menos, este libro es una mierda, solo me gusta la portada. Espero poder cruzarla en alguna intersección, quizás pueda hablarle, contarle que podemos hacer grandes cosas juntos.

Soy un imbécil, soy un enamorado de las oportunidades.