domingo, 7 de junio de 2009

La costa de olor.

-Llévalo, mañana no tiene nada que hacer y tu necesitas ayuda con el peso, no tienes edad para andar cargando tanto pescado._ lo miró apenado, no quería despertarlo, era de madrugada y la noche no parecía más de invierno que de verano.
-Pero, míralo, otro día lo llevo Isabel, hoy no, me de pena levantarlo tan pronto._ su mujer sacudió al niño sin miramientos, tenía muy mal genio cuando le apetecía dormir.
-Vamos, despierta Joaquín, ponte los zapatos, un abrigo y acompaña a tu padre... ¡vamos hombre, despierta de una vez!_ el feble cuerpo del niño parecía romperse en pedazos mientras se cambiaba con la insistencia  de su madre al oído y con la resignación de su padre frente a sus ojos.
-Ya estoy papá, gracias por despertarme mamá._ sonrió y sus dientes brillaron anunciando la luz que en algunas horas volvería. La casa olía a gasolina y lomo ahumado, más cuando tenían hambre, junto con los hermanos creaban platos deliciosos solo con los aromas de la casa cada tarde interminable y sin juegos, ya que su madre no lo dejaba moverse siquiera para no tener más hambre de la que ya padecían.
-Muy bien hijo, tu madre ha insistido, lo lamento._ abrió sus brazos esperando el abrazo lento, desganado y quebradizo del infante.
-¿Qué dices? me encanta ir contigo papá._ le dijo mientras se frotaba con la gabardina del padre, su olor lo devolvía a su niñez inmediata, cuando no faltaba nada en la mesa.

Se adentraron en el camino por el monte, el pequeño Miguel sabía que si se perdía corría mucho peligro y altas probabilidades de no volver a casa sano y salvo, por eso, no se apartaba de su padre nunca, aferrado a su mano subían el monte hasta la carretera que les llevaría al puerto horas más tarde.

La luna escondida iluminaba el firmamento desde el otro lado del monte.

-No se ve nada, papá no ve nada.
-Tranquilo Miguel, estamos agarrados de las manos, nadie puede hacernos nada, no te preocupes hijo, pronto estaremos en la carretera.
-Es mucho viaje...
-Es cierto, mira arriba, ¿ves esas estrellas?... brillan mucho, pero su luz en algunas ya no existe, la vemos por que viaja hasta nosotros, pero quizás ya esté muerta.
-¿Cómo puede ser eso?_ le pregunta el niño con su voz aguda y entrecortada.
-Verás, la luz viaja, el universo es luz y energía hijo, es materia y ondas, todo junto y revuelto... por eso miras las estrellas y algunas son viejas y otras jóvenes, no son como nosotros que nuestros cuerpos evidencian el deterioro, ellas brillan para nosotros de igual manera.
-Pero algunas titilan y tienen colores, otras brillan menos._ le dice el niño saltando mientras suenan sus huesos de las piernas.
-Muy cierto hijo, pero no preciso, la distancia es lo que olvidas... lo primero que tienes que saber es que nada en el universo está quieto y por siempre, todo tiene un proceso, como nuestra vida mi amor, nuestras vidas tienen un camino, son rosas repletas de espinas... ¿por qué estás callado Miguel?_ suenan sus pies mientras caminan.
-Estoy triste, no me gusta lo que dices... es feo.
-Mi amor, no tienes que pensar nada que no quieras, pero tienes que saber bien todo lo que representa estar vivo, saber para algunos es una maldición pero para otros es un don... y tú tienes que obtener todo lo que aprendes como un don, te hará se una persona rebosante de bondad y no de pensamientos con intenciones impropias.
-La vida es muy bonita, tú lo dices siempre, mamá no, a mamá parece no gustarle mucho la vida, ¿es por nosotros?_ su padre detiene el paso y se agacha, no se ven, los árboles resuenan, algunos animales aúllan, suenan una piedras desprenderse y rebotar.
-Tu madre los ama hijo, es una época muy dura para todos nosotros, suceden hechos muy malos, ella lo hace todo por ustedes, vive por ti y tus hermanos, tienen que ayudarla en todo, y si la ves mal algún día abrazarla. ¿Me lo prometes?, pronto yo me iré de viaje hijo, y no sé cuanto tiempo será.
-¿Por qué marchas? ¿a dónde?
-Tranquilo, es una temporada, en unas horas cuando volvamos, lo sabrán todos, me han llamado del ejército, debo cumplir con la patria hijo.
-No, no quiero que te vayas a ningún sitio, quédate con nosotros, te esconderemos en el sótano, allí no hay ventanas ni puertas, no podrán encontrarte aunque quisieran, no puedes dejarnos solos... no vas a volver papá, nos vas a dejar solos... lo sé.
-Nada de eso mi amor, es una temporada, la guerra terminará pronto, he tenido suerte, lo peor ya ha pasado hijo, vamos camina que debemos llegar al puerto antes del amanecer, esos pescadores lo regalan todo antes de zarpar, si llegamos tarde todo éste viaje será en vano.

La carretera tenía barro y agua de la noche anterior, una tormenta no lo había dejado caminar tras la comida, llevaban cinco días a pan y agua. No quitó ojo de sus pasos, observó cada una de las irregularidades del camino, imaginó bombas caer desde su boca, su saliva invadió charcos y huecos de hormigas, piedras de lagartijas e insectos. Sobrevoló simulando ser su padre destruyéndolo todo a su paso, creía que los malos tenían que morir todos, pero no sabía que era la muerte, nunca había tocado la puerta de madera de su casa en medio del bosque. El sol lentamente emergía del agua del mar cantábrico y los barcos comenzaban a advertirse desde el horizonte hasta la orilla del puerto. Miguel respiró tanto como pudo, sentía comer en aquél puerto, todo olía a pescado y sal, se hinchaba de aire creyendo tener cientos de platos asados y bien sazonados en su estómago... al llegar sus pies ardían como el sol que los iluminaba, el pescadero envolvió tres kilogramos exactos de merluza y se los entregó al padre envuelto en un sudor frío.

-¿Ya marchas, José?_ tenía treinta personas esperando en una cola de esmirriados seres humanos.
-Sí, quiero agradecerte todo lo que hiciste por mi familia, Dios me devuelva a mi tierra para compensar tu excesiva bondad, Francisco.
-Tú vuelve, luego hablaremos, quizás puedas ayudarme en la mar, te harías un dinero, dicen que será más duro que ahora, cerrarán todos los canales de provisiones... nos espera una época muy duro mi amigo.
-No puedo pensarlo Fran, debo marchar, es mi deber._ dijo endureciendo su ceño y así demostrando su fortaleza detrás del cuerpo cansado y ojeroso que lo representaba junto a su hijo al borde de la desnutrición.