sábado, 19 de septiembre de 2009

Ajuste de letras.

-Como he dicho antes de la interrupción de nuestro amigo Condarte voy a hablar de los comportamientos políticos._la nueva interrupción le devolvió instantáneamente la furia que desea destrozar al aula entera. -Dime Condarte, ¿qué vas a decir ahora?
-Profesor, ¿no le parece inútil hablar de política mientras vivimos así?
-Mira Condarte, primero, por respeto, debes levantar la mano antes de hablar, ¡no puedes interrumpir a un profesor porque se te ocurre algo!, ¿está bien?, ¿lo comprendes?, tus compañeros intentan concentrarse en lo que digo, bueno, en lo que pretendo decir._los rostros contenidos de sus compañeros elevaban la tensión, la energía se disparaba por los nervios.
-Sí, comprendo, lo que no me entra en la cabeza, es tener paciencia cuando usted elige de qué hablar sin escucharnos un minuto.
-¿Dónde crees que estás, Condarte?, sin la política, no tendrías la comodidad de tu banco, ni los libros con los que estudias, ni la ropa que llevas, y mucho menos el mp3 o el ordenador para chatear como un idiota con tus amigos, que tienes a un metro de distancia. Es cierto, no va bien, nuestro modelo económico político y social no funciona del todo bien, pero todo es solucionable desde la vía de la democracia. ¿Queda claro?
-Eso es lo que quiere meternos en la cabeza, con todos esos programas que nos obligan a memorizar. 
-¡Vete!, vete a dar una vuelta al patio descubierto, no voy a tolerar que me detengas más tiempo con tus problemas de identidad, aquí vienes a ceñiste a las reglas. ¡Y las reglas de éste aula las pongo yo!, vete por favor o me obligas a tomar sanciones disciplinarias.
-¡No me amenace!_ coge de su mochila verde agua el mango de una pistola oxidada.
-¿¡Qué haces Condarte!?, baja eso, ¡bájalo ya!
-¿Ahora quién escucha a quién?, ¿no ven que este monigote nos hace pensar como quiere?, nos usan como forros y nos tiran a las calles a buscarnos la vida. ¡Te voy a agujerear!, ¡a mi nadie me dice qué tengo que hacer!
-¡Bájala, Condarte!, tranquilo niño, podemos hablar, no cometas un acto que pueda arruinarte la vida, no conoces el tamaño de las consecuencias que se avecinan, no lo hagas, piensa, piensa Condarte.
-¡Eso hago!, pienso, pienso, pienso, ¡eso hago!, no me vas a lavar la cabeza, viejo de mierda, ¿¡por qué hace esto!?, ¿se olvidó lo que soñaba cuando era niño?, esto es una mierda, es un hipócrita, enseña lo que nunca haría, yo he leído un blog suyo buscando en internet, leí los manifiestos que escribió con Bedeaga, Martínez y Fisher. ¿Se olvidó de las armas?, de dejar de utilizar la cobardía del pensamiento escrito._los alumnos giraron a mirar a su compañero, en sus rostros se desdibujaron los rastros de temor a cambio por otros de asombro e incredulidad.-¡Es verdad!, pongan Bedeaga, Martínez sin acento y Fisher, con s y h, lean, yo no voy a dejar de apuntarle a este mentiroso de mierda.
-¿Qué dices Condarte?, ¡esas son calumnias, seguro lo ha inventado!, ¡les ordeno que no utilicen los ordenadores o tendrá consecuencias para todos por igual!, los expulsaré, dejen de hacerlo, esa malditas teclas, ¡basta!
-Si vuelve a gritarnos voy a disparar profesor.
-¡No lo hagas!, por favor, no sigan, basta..._ un joven de la cuarta fila y tercer banco junto a la ventana levanta la mano en silencio respetando la tranquilidad imperante y el dominio indiscutible del alumno Condarte.
-¿Qué has visto?, lee en voz alta por favor._ el joven comienza una lectura que durará al menos unos veinte minutos con interrupciones desesperadas del profesor, al llegar al punto del brazo armado y de las ejecuciones por listas, éste lo detiene admitiéndolo todo.
-Hemos cambiado las posturas profesor, es usted quien nos interrumpe, ¿ven?, esto es lo que aprendemos día a día... ¡nos miente!, pero su pasado sigue allí, ¿cree que mi arma es real, profesor?, es de juguete, tome..._ caminó lentamente saboreando la victoria, el alumno apoyó el arma de plástico sobre el escritorio y marchó con su mochila verde agua sin mirar atrás, el día se presentaba radiante, exhaló el aire, estiró los brazos, soltó los libros y pensó en leer el ejemplar impreso del manifiesto olvidado en el tronco seco junto al río escuchando su banda de rock favorita, por primera vez después de tantos años de pérdidas familiares comprendía su lugar en el mundo.