viernes, 18 de septiembre de 2009

La suma de dos partes.

La sala estaba vacía, eran las seis de la tarde, por las ventanas entraban sin permiso los voces de quienes buscaban comprar, tomar copas o simplemente caminar para relajar los músculos. Alejandro dio unas vueltas en la cocina, abrió el microondas, sacó la taza caliente, la manija le quemó al instante y la dejó caer sin pensarlo, ¿para qué pensar cuando algo quema en las manos?, rió por los nervios de quemarse los dedos de los pies durante dos minutos, tras ponerse pasta dental se relajó en el sofá, encendió la enorme caja de plástico idiota, pulsó el botón rojo una y otra vez encendiéndola y apagándola, miró la consola pero no le apetecía jugar, perder el tiempo era de idiotas, caminar como el resto tampoco tenía sentido, y mirar alguna película comprometida era poner el dedo sobre la herida. La soledad cada día le parecía un saco más sobre el cuello, poco podía hablar y el idioma no ayudaba, estaba en el centro de Londres, solo, aburrido en la Meca del entretenimiento y no sabía qué hacer con su tiempo libre. Dio unas vueltas en el sofá buscando una posición para dormir, babeó, pero por unos minutos, entre imágenes vagas se sintió arrasado por el tiempo, el dinero y sus deseos confundidos. Abrió un ojo buscando la complicidad de la realidad para sentirse vivo, le dolía la cabeza de dormir mucho y mal, en uno de esos instantes sin pensamientos ni acciones inmediatas encontró el teléfono a medio metro de distancia, estiró como pudo el brazo derecho y miró durante otros noventa segundos las teclas de aquél aparato revolucionario, lo giró buscando cables, similar a un homínido en el bosque, cuando llegaron los pensamientos entendió porqué tenía aquél bienaventurado éxito tecnológico. Tras escuchar detenidamente la voz robótica de la tarjeta telefónica y pulsar los números del PIN pulsó uno tras otro los números del país receptor, el tono era diferente, mientras oía atentamente se dispuso a oler su sobaco, mirar sus uñas y jugar con los dedos de sus pies, algo recuperados, con la tela rugosa del sofá azul.

-¿Hola?
-¿Max?, ¿me escuchás?
-Sí, escucho bien, ¿quién es?
-Soy yo boludo, ¿no me reconocés?
-Hay muchos que me llaman boludo, no, no te reconozco "boludo", decime quién sos.
-¡Soy Alejandro!, tu mejor amigo.
-¡Tarado!, ¡qué boludo!, tenés el tono distinto, ¿te cambiaron la voz los ingleses?, ¡no te dejes dominar que te conquistan los putos piratas!
-No, tranquilo, estoy un poco congestionado, hace frío y está lloviendo un poco, no sé, estaba aburrido y quería saber cómo estabas.
-¡Gracias por llamarme!, sabés que desde acá es imposible, está muy jodido todo y estoy a mil por hora, no me mandás mail desde hace un mes, ¿estás bien?
-Yo qué sé,  supongo que sí, esto no es lo que pensaba, estoy en crisis mi amigo, pero pasará, supongo.
-No me preocupes, estoy metido en muchas cosas, sino ya me iría para allá, de verdad.
-¡No voy a hacer ninguna estupidez!, serenate, es que acá va todo muy rápido, es muy chico, pero muy controlado. No sé, quería retratarla pero me parece imposible, estoy bloqueado y no dejo de preguntarme porqué mierda hago esto.
-Estabas muy seguro cuando te fuiste.
-Estaba ciego por triunfar, pero ya no es exactamente el triunfo sobre nada lo que me motiva, no hay explicación para esta vida, Max, navegamos en una barca acuática/terrestre a la deriva, ¿no lo sentís raro?, nacimos en este barco y no sabemos qué mierda sucede allí fuera. Me vuelve loco, escribo como un marrano, como un autómata, como una herramienta, de esas que aborrezco, critico y no quiero ni tocar. ¿Ves normal tanta búsqueda?
-Me estás poniendo mal, dame un minuto que cierro un tema.
-Bueno._ el techo representaba un arista de su encierro doméstico, la gente seguía haciendo sus compras especulativas, sus dedos seguían quemados, al recordarlos los cobijó entre almohadones y siguió frotándolos, suspiró, tosió de nervios, aspiró intentando controlar su ritmo cardíaco, llevaba unos días de hipocondría insoportable, al sonar su estómago recordó que no había metido bocado desde la mañana. En la cocina sorteó el agua desparramada, al pensar en coger algo de la nevera pensó en el accidente de un vecino muerto electrocutado por abrir la nevera descalzo y mojado. Con sus chanclas puestas se acercó a un paquete de leche derramado junto a la mantequilla vencida y la botella de zumo de piña que llevaba al menos dos meses abierta. Un sonido raro lo enamoró instantáneamente, buscó detrás de las naranjas y seguía allí, al mirar el teléfono se percató de lo que era, su amigo estaba gritando desesperado.-Perdoname, ¡estoy bien!, estoy bien, estaba buscando algo para comer, no seas paranoico.
-¡Qué susto, pelotudo!, avisá antes de tenerme en la línea cinco minutos sin hablar, por Dios, que mal lo pasé la puta madre que los parió, me estaban mirando todos, bueno, ¿en qué estábamos?
-Te pregunté si veías normal tanta búsqueda artística.
-Sí, sí.
-¿Sabés una cosa?, dejalo, no pasa nada, era más de lo mismo.
-No, pará un poco, era una cosa que tenía que hacer, ahora tengo tiempo, no seas boludo, relajate y sigamos.
-Bueno, ¡eso!
-Ah, perdoname, sí, sos un tipo fuera de serie, significa que no estás en la línea de montaje, sos distinto, te diferenciás sobre el resto, lo sabés.
-¡No seas ridículo!_ se sentó en la silla de la cocina mirando el agua fría.-no quiero eso, me entendés a lo que me refiero, hablo de que si es tan importante querer decir algo que no va a cambiar nada.
-Eso es más ridículo que intentar cambiarlo.
-¡Qué listo sos!, y ese estímulo de querer intentarlo es muy capitalista.
-Haber Alejandro, todo es capitalista, vivís en la cuna del problema, podés hacer algo, pero con lo que hacés.
-Es una mierda, estoy podrido, el mundo está sumido en una agonía increíble, la información lo es todo, estoy realmente cansado. Me dan ganas de comprarme un arma y darle a Blair una buena...
-Callate, ¡para eso es mejor tirarle a la reina!
-¿Ves?, hay tanta gente que aniquilar que sería imposible, nos darían caza como terroristas y después nada... la cárcel, la muerte, tortura... en fin.
-Pero la gente está incómoda pero tampoco es para tanto, aceptan que la gente se muera de hambre, les da igual a miles de millones lo que les pasa a sus vecinos, dejá de pensar tanto.
-¡Qué fácil!, eso es tan simple, mirá mejor lo dejamos, estoy realmente cansado, no sé ni qué mierda hacer con mi vida personal, deberíamos separarnos de niños en dos, el artista y la persona. La dualidad es terriblemente dura, esa fisura me jode tanto.
-Ale, perdoname pero me llaman, ¿me llamás otro día más tranquilo?, ni se te ocurra hacer nada, si estás así, volvé  y punto, no te vuelvas loco con nada, acá estamos nosotros para darte lo que necesitas, y al mundo que lo sigan jodiendo, nos queda de vida como mucho otros cincuenta años. Chau mi amigo._ no contestó al colgar, prefirió obviar un saludo, estaba realmente sumido en una tristeza profunda, la gente continuaba consumiendo, los sonidos seguían siendo los mismos, el agua en la cocina continuaba esparcida en el suelo, la taza vacía esperaba ser rellenada, la miró estupefacto comprendiendo que el aire en esa vasija primigenia contenía quizás las respuestas. Cerró la puerta del microondas, pulsó dos minutos y medio para calentar su bebida, suspiró, aparecieron sus manos de pequeño, sintió el sol en la espalda calentarlo como un horno gigante. Abrió el microondas, cogió un guante de tela, le sumó leche y un saco de té negro, cogió el azúcar y se sentó en el sofá, encendió la televisión y cerró los ojos bebiendo el té sin azúcar.