domingo, 4 de octubre de 2009

Broadway y la 42.

Otro día nublado en Manhattan.

-¿Qué te debo, Amanda?_el taxi se detiene frente al anuncio de la última película de aquél ácido.
-Veinte dólares, Paul.
-¿Veinte?, ¡cada día que pasa un dólar más? 
-Es que modifico los caminos para traerte más rápido, es un servicio que se "debe" pagar.
-¿Cómo que se debe pagar?, tú estás pasada de rosca, ¿qué has desayunado hoy?, ¿veinte?, por dios, el indio ese que me traía era mucho más barato, ¡con una gran diferencia!
-¡Pues que te traiga en un cuarto de hora como yo!
-Eres tan exagerada, bueno, como todas, si no quieren que ser diferentes aunque por dentro lo desean. 
-¡Cállate de una vez y baja!, ¿no oyes fuera?, ¡Paul, vete o creeré que estás enamorado de mi!
-¿Yo?
-¿Y quién más?, eres mi único cliente que se pasa media hora queriendo discutirme el precio, sin contar que a la operadora le pides mi número de coche.
-¡Eso es una falsedad!, ¡otra vez como las mujeres!, sí, estoy en lo cierto, son todas parecidas, las mismas tácticas para enredar en el "amor" al hombre, mentirosas y manipuladoras. ¡Eso son!
-¡Baja de una vez!, viene un poli, baja la voz.
-¡Pienso pagar la demora!
-¡No es eso Paul, calla un poco!, es que tienes cuerda para todo el día. 
-¡No estoy drogado!, y no sé hace cuanto que no follo...

Un policía negro y con mala uva se acerca.

-¿Por qué no circula?, voy a tener que...
-Disculpe oficial, es que la mujer no tiene nada que ver, el comportamiento indebido es mío, llevo un tiempo prudencial, aunque no lo suficiente para esta avenida, intentando hacer que me explique porqué me cobra tan caro.
-En silencio, no estoy hablando con usted.
-Pero.
-¿Estoy hablando con usted?
-¿Por qué me habla como a un anciano o a un rey?
-Permanezca en silencio o lo detengo por desacato.
-¡Paul, calla!
-Pero.
-¡Qué te calles, por todos los cielos!
-¿Tiene algún parentesco con el pasajero? 
-No, no, ¿yo, con ese?, nada, ni el color de los ojos, ¡por favor!, deme un respiro oficial, es verdad, siempre me discute el precio por el viaje hasta aquí, pero lo hace porque quiere algo conmigo, es que son todos iguales oficial. La máquina cobra distinto porque hago recorridos alternativos para traerle rápido, aunque de nada sirve, luego se queda discutiendo por lo menos una hora y encima me paga el retraso con propina incluida. 
-Aparque por favor... junto a la furgoneta, gire, despacio, muy bien, bájese y entrégueme la documentación.
-¿Qué he hecho?, la culpa es de...
-¡Es mía, oficial!
-Le he dicho que si me interrumpe una vez más lo encarcelo.
-No, no lo ha dicho.
-Sí lo he dicho.
-No, ¡no!, ha dicho que permanezca en silencio.
-Entonces, sí repite una vez más su imprudencia, tendré que encarcelarlo, señor.
-Soy un hombre, el señorío está obsoleto.
-Tiene todo en regla, señorita Amanda, invítele un café a este individuo.
-¿Perdone, oficial?
-¡Qué le invite a una copa mejor!, mírele la cara de hambriento que tiene, es que las mujeres...
-Usted es un oficial del orden, no tiene porqué hacer este tipo de apreciaciones.
-Y usted es una empleada que da un servicio, aunque lo está incumpliendo, si quiere, doy un parte a su compañía por el comportamiento.
-Es mi trabajo, con eso...
-Me sorprende la policía, a veces parecen tan buena gente, ¿será porque es negro y quiere complacer?
-¡Cállate, Paul!
-Al menos ya has aprendido bien mi nombre, no lo repitas mucho que pierde significado, quizás desaparezca, y eso no lo quieres, ¿o sí?
-Eres la persona más pesada que conozco, un auténtico idiota.
-Amanda, ¿quieres un café?
-Está bien, pero solo unos minutos.
-Sí, lo que quieras, aquí unos minutos pueden ser horas, hay atascos hasta en los baños de McDonald´s.


Ella pide un café con leche y crema, él un chocolate caliente.

-¿Quieres acompañarlo con algo dulce?, quizás termines con un coma diabético, mejor no, ya eres demasiado para este mundo.
-¿Es eso un piropo?, Paul, paga, ¡paga, la chica te está esperando y el resto de personas!
-¡Está bien, está bien!, toma, espera, te doy estas dos monedas, así mejor.

Se sientan, está abarrotado de gente cansada, autista, en Babia.

-¿Qué crees que es la vida, Amanda?
-Uy, no te cansas, llevo nueve horas soportando tipos como tú, que por llevar traje pueden conquistar a una mujer, echar el polvo de la merienda y volver a casa a vivir con la familia felizmente. ¿Qué es la vida para mi?, muy diferente a la tuya, eso te lo aseguro.
-No lo creo.
-¡Mírate!, te he visto enseñarle la tarjeta que tienes bajo el abrigo, el oficial estaba compinchado contigo, no sé quien eres, pero hasta aquí llego, he aceptado tomar este café para descansar y terminar con todo este juego de una vez.
-No es verde el árbol en otoño, las apariencias engañan, es una cuestión de tiempo, como el árbol yo soy parte de un bosque que imparte algún tipo de comportamiento colectivo. Pero en la otra parte de mi tiempo, soy así, soy yo, Paul, como me llamas una y otra vez.
-Me da igual, no me cuentes tu libro mental, escríbelo que yo tengo cien novelas que escribir de tanto que he sufrido.
-Eso ya lo hacen los artistas, Amanda. Dime qué es la vida para ti.
-Un sacrilegio constante, una abatida prematura, un dolor de muelas, un resaca permanente, un dolor de ovarios insistente, no sé, puedo seguir varias horas, te costaría caro.
-¿Lo dices por tu trabajo?, tienes que terminar tu turno... hace ya... diez minutos.
-¿Cómo lo sabes?, ¿me sigues?, si eres de esos enfermos, voy a... no me asustas.
-No soy nada, lo sé porque te he visto cambiar el coche accidentalmente hace unos días, nada más, el resto es sentido común.
-Mas te vale Paul.
-Ves la vida algo odiosa.
-¿Odiosa?, la veo como se me presenta, con dos ojos y algunos sentidos.
-Yo creo que seguimos siendo igual de primitivos, la ley que nos protege es básica en todos sus argumentos enlazados, la violencia es un factor condicionante y natural, el amor es un artilugio utilizado para mercadear con las personas. No confío en las emociones, soy algo práctico.
-Eres primitivo, y me aburres, si no confías en las emociones, no te me acerques.
-Ese es el problema.
-¿Problema?
-Sí, Amanda, desde que te he conocido, no puedo controlarlas, fallo, no puedo pensar ni ver con claridad, estoy gobernado por algo que desconocía y me aterra, la vida se me presentaba tan diferente... lo siento, debo marchar, todo lo que he dicho sobre las mujeres... ¿lo recuerdas?... sigo pensando lo mismo, aunque toda ley tiene su trampa, su inflexión, adiós Amanda.


Paul se aleja, abre la puerta y respira de una bocanada la contaminación Neoyorquina, siente estar en un bosque hermoso y lumínico, Amanda intenta beber el café hasta que se le cae sobre su ropa, un camarero se acerca y ella sonríe, lleva años sin hacerlo. Al mirar la taza llena de chocolate caliente y humeante ve una nota, la arruga al estirarse para leerla, se acomoda nuevamente. Sonríe una vez más mirando el cristal y la gente corriendo, hablando sola, lee.

"La vida es... esto"