jueves, 7 de enero de 2010

Cándida.

-Hace dos minutos que estoy sentada, ¿tú?
-Recién salgo de una reunión con la cuenta de Dick, es un perfecto idiota el administrador, encima se rehusan a hablar los dueños, estamos atascados en las negociaciones y lo de siempre, esperar a que llegue Marson y Starck para que nos roben sobre la última hora.
-¿Te pido un café?
-Dile que sin cafeína.
-Es un sin sentido.
-Lo sé, es similar a los parches de nicotina, me engaño, no puedo volver a beber una gota más, estuve al borde de los nervios, en casa por las noches casi mato a mi marido de lo histérica que me volvía.
-No es para tanto, yo bebo uno al día y me mantiene en perfecto estado.
-Es tu organismo.
-¿Cómo lo llevas eso que me contaste?
-¿Lo de mi hija?
-Sí.
-Supongo que bien, ayer salió de la rehabilitación llorando y gritando que no quería volver, hoy a la mañana la he visto sonreir con su padre, pero no es del todo sincera, nos ve día a día y sufre mucho más que nosotros.
-Tienes una fuerza de voluntad aplastante, te admiro.
-Eso es un triunfo diario que no termina jamás, al menos hasta que cierre los ojos en paz, eso es lo que me reconforta, el saber que lo doy todo siempre. Sus ojos, tienes que verla, esa luz que me irradia, espero llegar a la suma el mes que viene, pensamos ir a la capital de España, hay un centro allí, en Madrid que puede ayudarnos.
-Toma, uy, quema un poco.
-Gracias.
-Nada... sigue, perdona.
-No es nada, eso, allí pasaremos dos meses completos, dicen que hacen un gran trabajo, me fío, hay una segunda alternativa pero es muy lejana, por el momento decidimos actuar inmediatamente, ya sabes que avanza muy rápido.
-Leí algunos artículos, no sé cómo lo haces.
-Es mi hija, saco fuerzas de donde nacen mis temores... estoy armada hasta los dientes para luchar, es un ángel y si alguien tiene que marcharse de esta vida seré yo antes que ella... por Dios, lo lamento, no quiero ponerme así pero hay instantes que...
-Tranquila, bebe un poco de agua, toma, respira, ¿vamos al parque?, queda media hora para que lleguen los otros.
-Pero...
-Nada, vamos, todavía estarán bebiendo las copas y los cafés, el parque es un sitio más acogedor.
-Gracias, no sé nada de ti, siempre me preguntas por mi niña, pero para mi eres una extraña, perdona que lo diga así, pero es cierto, no hablas de ti, siempre me escuchas, me alientas.
-Eso no importa, suelta las palabras, esa presión te sostiene.
-Puede ser, de hecho nunca hablo con nadie de esto, mantengo el tipo, pero contigo... se puede respirar mejor aquí, por Dios, toda esa naturaleza entre tanto acero, veo la ciudad y pienso en las millones de personas que están en completa forma, hago una estadística rápida y encuentro que entre esos millones solo hay un caso de deformación degenerativa caótica.
-Tu hija es la respuesta a uno de los enigmas del mundo... el tiempo. Ella está demostrando que no hay células programadas, en ella se reprograma hasta encontrar a una niña o adolescente en el lapso de una temporada.
-Eso es lo que más nos perturba, pudimos verla llegar a la adultez siendo una y luego otra en la niñez, el tiempo... no quiero que ella sea la respuesta de nada, simplemente es mi hija, ¿por qué no al resto?, es un ángel, su luz es cálida, puedes tocarla y enamorarte de la vida, tiene un don que jamás podré reproducir.
-Su caos es la demostración universal del todo. No te aflijas, ella vivirá mucho tiempo, solo tienen que adaptarse a los momentos de rehabilitación.
-Es que eso es uno de los procesos, luego corre como una gacela y al día está en cama moribunda, sus cambios repentinos son muy duros de aceptar.
-Revélate en contra de tu moral, de lo que eres y te dijeron ser, ella te necesita en toda forma, yo no he hablado de mi por un motivo.
-¿De qué hablas?
-Siéntate.
-No, gracias prefiero seguir caminando, ¿qué sucede?, te ha cambiado la mirada.
-Puede ser, eres tan... mira, soy alguien que puede ayudarte, pero tienes que...
-¿Eres del gobierno?, ¡lo sabía!, mi marido me dice cada mañana que me cuide, que no fíe, tenía que haberlo sabido... embustera.
-Te equivocas.
-¡Vete!
-Espera, cálmate, soy hija del propietario de la empresa en la que trabajas.
-¿Y eso que significa?, si vana despedirme por algo que me lo digan, no pienso vender a mi niña.
-No, no, siéntate, no es eso, creemos firmemente que ella es un milagro único y queremos ayudarla a llevarlo mejor, aíslada del circo que se ha transformado.
-Todas las empresas tienen un propósito económico, no sé ni quién eres realmente, soy una pobre idiota.
-Ellos van a ayudarte, tienes a tu disposición un avión para el próximo martes, el destino lo sabrás solo tú, el piloto y mi padre, creéme, será una vida llena de amor hasta el final de tus días, cuando no pueden cuidarla estarán mi familia para hacerlo, mi padre es creyente, no me mire así, es verdad, lo juro por mi santa madre, deseamos hacerlo por el bien de su hija, pronto tendrán el poder de apropiarse de ella, tal y como vienen las cosas dadas será en unas semanas. Mónica entiendo tu miedo pero es momento de actuar.
-Es que...
-Ella vivirá hasta el fin de los días de la propia humanidad que la vio nacer.
-No es una anomalía.
-Yo he dicho milagro, otra forma de vida, una vía alternativa... pero ellos pretenderán utilizar su genoma para crear más... no hay tiempo.
-Es que.
-Dame la mano, confía en mi, Mónica, será un sueño para los tres.

La fría conexión que establecieron sus extremidades pronto hizo unión de energías nobles, al cabo de unos días estaban en la isla arropados por un centenar de médicos del mundo, aquél primer diálogo fue la piedra angular de la nueva civilización. Allí, entre nubes, caminaron hasta morir sus padres, allí dio por primera vez vida a otro ser, Cándida, aquella niña enferma y triste, había colmado la razón humana para empaquetarla de nuevas codificaciones extranjeras. Ciento dos años después pudieron desacelerar los procesos, y aquellas vidas de días fueron décadas de plenitud, en cada uno de los estados evolutivos.

Mónica suspiró mirando desde la ventana el milagro de haber trabajado en aquella multinacional que tanto había odiado. Pensó una y otra vez, arrepintiéndose, en las veces que había pensado en irse, en la claridad del destino que le tenía encomendado su amada hija.