viernes, 8 de enero de 2010

Saint Pancras.

-No subas, por favor, olvídate, no subas, deja que el tren hace su camino de ida solo, con esa gente que quiere cambiar, pero tú no, no eres como el resto, dame un respiro, una sorpresa, ¡quédate!, si subes no encontrarás a nadie que lo haga como yo, eso es amor, lo sientes, ¿lo sientes?, lo sientes, estoy segura, estás aquí, conmigo, no subas, aunque tus deseos creen fantasías._ el pitido anunciaba la partida, los últimos de última hora subían nerviosos, sudorosos y con saludos forzados de lágrimas partidas. Él seguía en la puerta, inmóvil, dudando, recordando, analizando, sabía que su cuerpo tornaría nuevamente a la quietud y no quería que reconociera su secreto. Curiosamente un hombre miraba entretenido con la escena desde un banco de madera semidestruido, vestía un saco marrón y una manta sobre sus piernas, lucía como un indigente pero de pocos días en las frías calles de Londres.
-Te recordaré, haré de tus olores una colección diaria que respirar, escribiré en mi alma tu nombre para recitarlo todas las mañanas de tu ausencia, pero debo, quiero y voy a marchar Olivia.
-Te han dicho que lo hagas por mi bien, mi padre es un hombre muy persuasivo pero no tienes porqué rendirte ante su poder, amo el calor de todos tus momentos, no me hagas esto Lucian, no, voy a morir, moriré de tristeza, aunque no lo creas._el hombre sacó sus manos a la intemperie, se acomodó y buscó al mismo tiempo en la bolsa que tenía junto a él, un bolígrafo con un papel manchado.
-Conocerás la verdadera vida, no dejes que te ahoguen las emociones encontradas, no tiene que ver con tu padre, es un buen hombre, se ha equivocado pero hará de ti una mujer de bien, descuida, todos los días de tu vida pensaré en tu sonrisa, no lo sientas, evita sufrir, lo haces más duro para los dos.
-¿Fui muy exigente?, dímelo, al menos sabré que todo fue por mi culpa, no lo comprendo._el tren comenzaba a circular lentamente, un nuevo pitido la asustó y se desprendió del manillar con el que estaba sujeta, a escasos centímetros de Lucian, oliéndolo sin poder lograrlo.
-Respira Olivia, respira, ¡el sol te hará olvidar!, no hay nada que te ate, yo soy amor hasta el fin de mis días y tú un manjar que el mundo debe probar, vive, haz de tu aliento una motivación, tienes el don y la fuerza, tu padre te guiará... adiós Olivia._ al abandonar lentamente a su mujer recordó el dolor tardío que se acumulaba tras todos los abandonos, ningún ser vivo había acumulado tanto amor y tristeza en su vida, su tiempo en la tierra correspondía a otra civilización, su secreto seguía inquieto pero a salvo en su universo emocional. En el último instante grabó la imagen de Olivia arrodillándose sobre la grava quebrada de la terminal, junto a ella ese misterioso hombre que creía conocer de algún sitio anterior. Cuando quiso recuperar la mirada para ahondar en ese recuerdo que estaba a punto de salir el tren se adentró entre los árboles y las casas derruidas por el anterior bombardeo de final de año. Se sentó en el primer escalón sin importarle su seguridad y buscó en su mente el rostro de aquél individuo que tanto le alejaba del dolor reciente que le había generado abandonar a Olivia. Tras unos minutos de intensa búsqueda desistió recordando su promesa sobre el amor y entre selecciones numéricas arbitrarias eligió sentarse junto a la ventana acompañando a una anciana solitaria que pronto entablaría una conversación de viaje.

-Es un día estupendo._dijo ella con la seguridad de continuar con la hora y luego el pronóstico del tiempo.
-Lo es, definitivamente._soltó con un pesar abrumador.
-¿Le ha pasado algo, joven?, tiene una cara de susto que pocas veces he visto.
-Descuide, no tiene que ver con la muerte, siempre hay motivos para sufrir, señora, necesito dormir, gracias por su interés.
-Una persona tan joven hablando así me apena, yo no me detenía por nada... he oído todo querido, lo hemos oído todos... esa mujer se ha quedado destrozada, no hay razones tan profundas para el abandono, debemos enfrentarnos a nuestra naturaleza.
-No quiero hablar sobre eso.
-Deberías, nadie deja al amor de su vida por nada, ni el oro, ni la divina providencia puede hacer eso.
-Llevo clavada la estaca del tiempo en mi espalda, no hay nada que me deje disfrutar... busco por el mundo pero estoy solo, y muero en cada despedida, no lo entendería, lo siento.
-No tienes porqué hacerlo... elige bien, mira los caminos, no siempre es el que tiene luz.
-Si fuera eso señora, sería tan fácil... el tiempo no existe para mi... ni la luz, llevo siglos gateando a oscuras, cada día que pasa desconozco aún más mi origen, mi sentido.
-Hablas como si fueras a morir hoy, es muy triste querido, mira allí fuera lo que tienes, sonríe, a mi pronto me vendrán a buscar, ¿pero a ti?
-No hay quien me busque, ni a quien temer... no lo entendería señora, necesito dormir solo unos minutos, en otro momento hablaremos, ahora debo pensar._apoyó se mejilla contra el cristal frío, unió sus recuerdos, vio sus rostros caer en armonía por un acantilado de fondo indescriptible y gimió desde el centro de su carencia queriendo dejar de respirar, sintiendo la utopía de morir como el resto... a cambio de eso solo recibió un haz de luz que lo obligó a mirar al cielo y contemplar admirado la belleza de esa estrella enana que tarde o temprano sería su única salida.
-¿Es bello, no?_ le preguntó inquieta, intentando devolverlo a la vida.
-Sí señora, es lo que me mantiene cuerdo, no hay lógica, ni espiritualidad que me haga eludir sus caricias, lo hace siempre, recompone mi única esperanza de hallar paz en el final que sueño.
-Qué sea dentro de mucho tiempo... tienes la vida por delante... ¡y brilla, querido!
-¿Tiene usted unos minutos?, voy a contarle una historia que solo debe conocer usted, es intransferible, ¿podría prometérmelo?
-Tengo tiempo, el viaje te lo permitirá.
-Pero debe prometerme no transferirla, es la condición de nuestro trato.
-Hecho.
-Y no debe, bajo ningún punto de vista... enamorarse de mi.
-Eso sí no puedo prometerlo, querido... me recuerdas... el amor de una madre no puede ser reprimido... soy toda oídos, solo te pido que te acerques, así podré escuchar atenta y sin problemas.
-Será un placer...
-Olivia Peterson.
-... Lucian O´higgins, para servirla._al oír su nombre se paralizó confundido, cerró sus ojos queriéndo encontrar la fecha real de su despedida, miró el tren que ahora estaba muy descuidado por el paso de la gente y los años. La gente había cambiado y los olores comenzaban a colarse mientras ella esperaba impaciente la bella historia de su vida.-¿Olivia...?_preguntó sin soltar palabra... el sol a iluminaba plena, sus ojos traslucían reviviendo sus colores verdes amarillentos... tras unos segundos supo que le contaría su secreto a una anciana que había abandonado hacía escasos minutos.

Durante los siguientes noventa minutos abrió su historia en palabras en un sin fin de esclarecedoras respuestas. Olivia, colmada de amor, al arribar al destino... cerró sus ojos con una última sonrisa. Lucian la besó en su mejilla y se perdió entre la nueva multitud que desconocía, una nueva década nacía frente a sus ojos.