jueves, 25 de febrero de 2010

Bilbao-Bilbao.

Y ahí voy, regado de sentimientos, preguntándome cómo era el día anterior. Zapatillas Nike con camiseta Lacoste, mezclas, Gran vía y Areilza, gafas de pasta y una petaca oculta repleta de Ron cubano. Me miro y no me lo creo, ¿qué ha sido de aquél instrumento de guerra hipócrita de hace años?, quedamos en el Arizona por motivos desconocidos, prefería el Churchill, a decir verdad su voz cambió. ¿Es ella?

-Ha llovido mucho Augusto.
-Aquí, a cada minuto, imagina multiplicando los días, llenaríamos otro planeta.
-¿Qué pido?
-Para mi una lata de algo, lo que quieras.
-Es raro verte.
-Más raro se me hace a mi._le digo con algo de desprendimiento, anhelo encontrado, en fin, prefiero omitir, de ser posible, omitirme.
-Toma, sin hielos, ya sabes Augus...
-Sí, lo sé muy bien.
-Te noto algo....
-¿Cambiado?
-Puede ser.
-¿Viejo?
-No creo que sea la palabra, aunque lo disimulas muy bien.
-Eres dura Amaia.
-¿Yo?
-Eres la misma.
-Sí, también un poco más anciana.
-Basta, yo también estoy igual de idiota por toda esta situación, me estoy deshaciendo por dentro, mis nervios me van a causar algo...
-No hables así, tranquilo, me siento mejor...
-Está bien, sin hielos, un poco de azúcar me viene bien. Te has hecho algo, en lo ojos, no sé, estás tan parecida a mis recuerdos, es curioso.
-Seguí todos tus pasos Augus, de lejos pero estuve.
-Eso es mentira, no hay nada más asqueroso que la mentira, ¿me dices que estabas cuando me operaron?, déjalo, cambiemos de tema, si accedí a verte es por todo lo que recuerdo de ti.
-Eres igual, no cambiaste nada, por dentro hierves como el Sol.
-Hay otras miles de estrellas oscilantes para compararme.
-No las conozco Augusto.
-Ni yo.

Ahí estoy, sentado, cruzado de brazos, esperando el beso de la peor mujer posible, en un escenario del todo extraño y con una ropa disfraz que me pica por dentro. Siento la gota de sudor que me recorre la axila, no me quito la chaqueta por nada, sabría todo lo que siento de solo ver tremenda mancha.

-¿Quieres hablar de algo en especial?, imagino que tienes mil preguntas.
-No, Amaia, tranquila, no tengo ninguna pregunta que hacerte, mira mis películas si quieres, lo digo por si quieres dialogar sobre algo que me interese, tu vida es un film que no pienso volver a ver._ miento, me muerdo la lengua, sé que se me cierra un ojo a veces, otra mala señal que puede descubrir, mano sobre la frente y solucionado, evado su control ocular.
-Las vi todas, estuve a Venecia, San Sebastián, Boston, Berlín y Madrid, tengo algunas críticas apuntadas.
-No me lo creo, ¿ese cuaderno es el que creo?
-Sí, el mismo, ¿por?
-Es que... ¿apuntaste tus críticas en él?
-Sí, ¿por?
-Es que... nada, continúa.
-En la segunda secuencia de "El magnífico Sir Yerson" hubo dos escenas robadas.
-Imposible Amaia, ¿haces esto por desamor?
-No es eso, Augusto, es la verdad, le robaste a un director Sueco la misma escena, esa de la cachetada contra las flores y el estallido rojo. La segunda fue a un director joven Boliviano, una teta desnuda contra un cristal y en niño mirándola con la baba colgando.
-Eres una... crítica, ¿eso es apuntar una crítica?
-¿Hablas del cine como una revolución psicológica y lo aplicas así?, Augusto, tengo en este cuaderno todos tus secretos.
-No me importa.
-Te pones como un niño, pon las manos sobre la mesa.
-No quiero.
-Hazlo, es una orden.
-¿Quién eres tú?
-Tu hija, ¿hace falta algo más?
-No, creo que me has dado.
-Lo mereces, vi cada una de tus películas al menos tres veces, escribí sobre ti desde que nos dejaste, te seguí por todo Europa y aún así no me puedes mirar a los ojos. ¿Qué te hice?
-¿Eres tú?... no es posible... Tu madre era como tú a la enésima potencia, no creía en mi talento, vivía comparándolo, ¿sabes lo que se siente cuando tu mujer hace de tu obra una mala publicidad?, estás idéntica a ella.
-Es una excusa sin sentido, los límites los pone uno mismo, no hay nada ni nadie que destruya ese límite virtual.
-Pues tu madre lo lograba día a día. Es increíble el parecido.
-Augusto.
-¿Qué, Amaia?
-Soy directora.
-¿¡Qué!?
-Lo que oyes.
-¿¡Qué!?
-Soy directora.
-Imposible, eres doctora.
-No, ya no lo soy, murieron varios pacientes por mi falta de concentración.
-Lo siento.
-No sabes lo que es, no sientas algo que eres incapaz de vivir. Sabes de imagen, no de sentimientos.
-No pienso llorar, mira, lo siento, pero voy a marchar, tengo una locación que mirar y algunas cláusulas que estudiar para el seguro de las dos semanas de rodaje que me esperan aquí.
-No es casualidad que filmes en Bilbao.
-¿Cómo?
-Leí en la prensa especializada que lo elegiste, tenías dos capitales de provincia y elegiste esta.
-Los medios mienten mucho Amaia, créeme, si vine fue para conciliar el sueño de una vez, pero por lo que veo será todo lo contrario.
-No te vayas.
-¿Por qué?
-Tengo un guión que darte, ¿puedes leerlo?
-No puede ser cierto.
-Es un guión muy interesante.
-Ya lo creo Amaia.
-Toma.
-No pienso leerlo, no soy productor.
-Lo eras.
-Ya no.
-Soy tu hija, sin apellidos pero tu sangre, ¿lo recuerdas?
-A veces pequeña, pero las lágrimas ya se secaron para mi, tengo que dejarte, esta vez puedo mirarte a los ojos.

Ahí voy, caminando medio borracho, soñando con su madre, por un instante estuve a punto de enamorarme de mi propia hija, tiene sus ojos, su mirada, sus colores, su aroma, por Dios que mujer es mi hija.